La trilogía de Antes del amanecer expone las edades del amor a través de los encuentros de una pareja en diferentes ciudades europeas y con un intervalo de tiempo entre cada una de casi una década, pero Richard Linklater no es el único que ha hecho algo semejante. El francés Cédric Klaplisch ha realizado un proyecto similar, pero sin contar con la misma repercusión que la del periplo amoroso de Jesse y Celine. L’auberge espagnole (Una casa de locos), Les poupées russes (Las muñecas rusas) y la recientemente estrenada Casse-tête chinois (Nueva vida en Nueva York) son los títulos de este tríptico cinematográfico sobre cómo vivimos y experimentamos el amor a los 20, a los 30 y a los 40.
Todo empezó en el año 2002, con un estudiante francés de económicas llamado Xavier (Romain Duris) que descubre el programa Erasmus (por aquel entonces poco conocido) y decide marcharse un año a Barcelona por consejo de un amigo de su padre, para obtener una especialización que le abra las puertas de su contratación, aunque lo que de verdad quiera él es ser escritor. Por suerte, sus experiencias vividas en un piso compartido con otros estudiantes extranjeros le dan material suficiente como para escribir su primera novela.
Una casa de locos ha sido la película más exitosa de la trilogía, al menos en España, y eso que en el doblaje se pierde buena parte de la coherencia y la gracia de contar con personajes de diferentes nacionalidades intentando hablar español. Además, dio fama al programa Erasmus, asentando el precedente del temor a que las relaciones amorosas se vayan al garete cuando tu novio/a se marcha a estudiar a otro país. La película es ligera y muy divertida, no todo el que habrá hecho un Erasmus se sentirá identificado (aunque lo que muestra no es muy diferente de muchas realidades), pero hay situaciones de la convivencia en piso compartido y la crisis personal que se sufre a mitad de la carrera que son auténticas, y todo está envuelto en la melancolía prematura que se siente cuando estás viviendo una experiencia que sabes que jamás se volverá a repetir. Y el sentir que va siendo hora de empezar a convertirse en un adulto.
Y de eso último va Las muñecas rusas, estrenada tres años después de Una casa de locos pero ambientada cinco después, y en la que nos encontramos a Xavier a punto de cumplir los 30 y ya convertido en escritor, aunque ni su vida amorosa ni la profesional marchan todo lo bien que desearía. Para salir adelante, se ve obligado a aceptar trabajos mediocres, como adaptaciones televisivas de novelas rosas o biografías de celebrities, y hace tiempo que no mantiene una relación sentimental estable. Pero por avatares del destino, Xavier tiene que viajar a Londres y trabajar con Wendy (Kelly Reilly), su compañera británica en el piso de Barcelona, y su situación se vuelve tan complicada como interesante.
Las muñecas rusas no contó con el mismo éxito de Una casa de locos pero a mí me parece la mejor de la trilogía. Quizás sea por una cuestión personal, pues es la película que más se ajusta a mi actual período vital, pero me interesaron todas las reflexiones e idas y venidas de su protagonista, con el que también me sentí identificado en varias ocasiones. Las metáforas y reacciones que se pasan por su cabeza, presentes en toda la saga, son más certeras e imaginativas que nunca, y los dardos que lanza al mercado laboral y los ejecutivos cinematográficos van cargados de veneno. Es larga, poco más de dos horas, y a punto está de perderse en sus numerosas subtramas, pero Klaplisch nunca pierde el norte y gracias a su hábil montaje (otra marca de la casa) lleva a buen puerto esta historia sobre la cruda llegada al mundo adulto y el empezar a asumir las responsabilidades propias de la edad.
Entre Las muñecas rusas y Nueva vida en Nueva York (nefasta traducción de Casse-tête chinois) han pasado 8 años, así que nos reencontramos con Xavier en plena madurez, casado y con dos hijos. Pero su situación vuelve a ser inestable cuando su mujer decide separarse de él e irse con los niños a Nueva York, por lo que decide seguirles hasta la Gran Manzana para estar cerca de ellos. Además, su amiga Isabelle (Cécile de France) desde los tiempos del Erasmus, le pide que le done sus espermatozoides para empezar una familia con su novia.
Nueva vida en Nueva York tiene varias similitudes con Antes del anochecer al plantear un interrogante en el amor para toda la vida, pero lo hace de una forma mucho más ligera. Klaplisch acierta al enfocar Nueva York desde un ángulo urbano y a pie, con el encanto de la ciudad intacto pero sin el glamour con el que muchas veces va asociado, y el conflicto central de nuestro querido Xavier se soluciona con un “las cosas son más sencillas de lo que parecen”. Resulta más candorosa y menos amarga de lo que debería pero tiene apuntes muy interesantes, como que una relación amorosa puede funcionar aunque haya fracasado antes, puesto que nuestras prioridades, actitudes y sentimientos cambian con los años, y que por el contrario, hay cosas que se repiten a cualquier edad (véase la trama de la infidelidad comparada con la de Una casa de locos). También resulta muy interesante ver la evolución de los personajes de Duris, Tatou y De France respecto a las anteriores películas. Lamentablemente, el de Reilly da un bajón respecto a su participación en la segunda parte, pues no tiene ningún momento con el que lucirse como en aquella conmovedora escena que protagonizaba en una estación de tren.
Para terminar, tres conclusiones que he sacado tras la retrospectiva de la trilogía: 1. Romain Duris mejora con el paso del tiempo. 2. Los años no pasan por Audrey Tatou. y 3. Los años sí que pasan para el resto de los mortales; nos hacemos mayores, pero nada es para siempre. La vueltas de la vida nos pueden llevar por caminos insólitos e inesperados, y aunque no todo vaya como habíamos planeado, podemos sorprendernos a nosotros mismos siendo felices, porque todo se reduce a encontrarse bien con uno mismo, con lo que hacemos y con los que nos rodean. Ese es el mensaje global de estas tres películas, o al menos, el que un humilde espectador ha extraído del periplo vital y sentimental de Xavier.
7/10
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