Liberace fue un popular pianista y showman estadounidense que en su día llegó a ser el músico mejor pagado del mundo y, en sus últimos años de carrera, el rey de la extravagancia en Las Vegas. Nunca reconoció abiertamente su homosexualidad, aunque acabase en los tribunales con Scott Thorson, su pareja y asistente personal durante 5 años, pues éste le exigió 113 millones de dólares de pensión cuando la relación terminó. Scott escribió un libro donde habló sobre todos los entresijos de su vida en común que ha servido de base para Behind the Candelabra, la última película de Steven Soderbergh.
Soderbergh ha tenido que sudar mucho para sacar adelante el proyecto. Ningún estudio de Hollywood quería financiarlo por considerarlo “demasiado gay” y cuando la prestigiosa HBO decidió producirlo como TV-Movie de su canal, el cineasta decidió esperar a que Michael Douglas se recuperara de su cáncer de garganta para interpretar a Liberace. Finalmente, la película se estrenó en el canal el pasado mes de mayo batiendo récords de audiencia (2,4 millones de espectadores) previo paso por el Festival de Cannes, donde Douglas se convirtió en uno de los favoritos al premio de mejor actor aunque finalmente no lo ganó.
Behind the Candelabra es el trabajo más sólido de la última e hiperactiva etapa de la carrera de Soderbergh. Sin salirse nunca del esquema de biopic televisivo (se nota la limitación de medios, pero tampoco molesta) nos narra a buen ritmo y con un cuidado look hortera la relación amorosa entre Liberace y Scott, que empieza siendo algo especial, un encuentro entre dos personas solitarias con carencias afectivas, y termina totalmente corrompida debido al materialismo, las falsas apariencias, los celos, los sentimientos posesivos, las infidelidades, las discusiones, las adicciones a pastillas y las malogradas operaciones de cirugía estética. Y pese a todo ello y al exceso en el que estaban envueltas sus vidas, entre ellos había amor y entendimiento, y eso es algo que se ve en la película, que nunca se permite caer en la caricatura y la ridiculización y que trata el morbo implícito en la historia con suma elegancia.
Si la película se hubiera estrenado en el cine, ya estaríamos hablando de las muchas posibilidades que tendría Michael Douglas de ganar el Oscar a mejor intérprete masculino. El actor realiza una de esas interpretaciones que tanto les gustan a los académicos, una transformación total de aspecto, voz y lenguaje corporal. Nunca piensas que estás viendo al marido de Catherine Zeta-Jones con pelucón y mucha pluma, sino al mismísimo Liberace. Ganará el Emmy y el Globo de Oro, faltaría más. Matt Damon también realiza un trabajo brillante durante toda la evolución que experimenta su personaje y tiene una química fantástica con Douglas, mostrándose como una pareja con un alto nivel de intimidad. Del resto del elenco hay que destacar a un Rob Lowe impagable como cirujano plástico adicto a su propio botox. Las caras rígidas que pone no tienen ningún desperdicio. Sin ir más allá de la corrección, Behind the Candelabra es un notable biopic sobre una estrella que se desvivía para que su fachada de cara a la galería fuera impecable pese a lo tumultuoso de su vida privada.
7’5/10
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