Dir.: Jacques Audiard
Int.: Matthias Schoenaerts, Marion Cotillard, Armand Verdure, Corinne Masiero, Céline Sallette, Bouli Lanners
¿De qué va?: De repente, Alí tiene que hacerse cargo de su hijo Sam, un niño de 5 años al que apenas conoce. Como no tiene casa, ni dinero, ni amigos, se refugia en la casa de su hermana, en Antibes. Tras una pelea en una discoteca, conoce a Stéphanie, una domadora de orcas en Marineland.
Reseña: El ser humano es egoísta por naturaleza. Incluso las acciones más desinteresadas esconden una finalidad ególatra, la de sentirnos bien con nosotros mismos. ¿Acaso no es el amor otra cosa que encontrar a alguien que nos aporte algo de lo que carecemos y que deseamos para poder sentirnos realizados? El director galo Jacques Audiard no tiene una concepción idílica y romántica del amor ni de cualquier otro aspecto de la vida, como ya demostró en sus precedentes y muy recomendables películas, De latir mi corazón se ha parado y Un profeta. Ambas cuentan historias duras y violentas, arraigadas a la cruda realidad pero con un trasfondo poético y esperanzador, aunque sin desprenderse nunca del dolor.
Lo mismo ocurre con De óxido y hueso, una inusual historia de amor en la que se sustituye el romance por la necesidad de tener a la otra persona por lo que ésta le aporta y por el entendimiento mutuo. Ali y Stéphanie son dos animales heridos e imperfectos, él es incapaz de conectar emocionalmente con su hijo y de comprometerse con nada ni nadie, mientras que ella se refugia en sí misma cuando un accidente le da un giro de 180º a su vida. Ambos se necesitan mutuamente para abrirse al mundo aunque no sean conscientes de ello. Por su parte, Audiard equilibra muy bien la balanza entre los momentos más intensos y los livianos para no caer nunca en el tremendismo o en la condescendencia; por suerte, la película no transita por los lugares comunes del drama de lágrima fácil, aunque en algunos momentos llegue a asomarse al precipicio.
Claro que la película no sería ni la mitad de lo que es si no fuera por las tremendas y carnales interpretaciones de su pareja protagonista, Matthias Schoenaerts y Marion Cotillard. Mucho y muy bien se ha hablado de la oscarizada actriz desde que la película se presentó en el Festival de Cannes y no es para menos, puesto que esquiva con facilidad la sobreactuación típica de los personajes que sufren de alguna discapacidad y se muestra serena, naturalmente bella y abatida. A su altura y llevando un mayor peso de la trama se encuentra Schoenaerts, quien consigue algo tan difícil como otorgarle hondura a un personaje de mentalidad más bien simple, mostrando todas sus aristas sin que la evolución que experimenta el personaje resulte forzada.
De óxido y hueso sufre de una contrariedad en su tramo final, pues la resolución de la trama se antoja demasiado precipitada e incluso complaciente, chocando con la aspereza que predomina en el relato. Aún así nos encontramos ante un drama potente e intenso, con tintes sociales y cuyo romanticismo no radica en grandes ni en pequeños gestos románticos sino en unos baños en la playa, encuentros sexuales y en la complicidad entre dos personas que se niegan a compadecerse de sí mismas y que, al fin y al cabo, son las únicas que pueden limpiarse la sangre y cicatrizarse las heridas la una a la otra.
8/10
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