It is some dream that on the deck,
You’ve fallen cold and dead.
(Es tan sólo un sueño aquél en la cubierta,
Tú has caído frío y muerto.)
Oh Captain! My Captain!, Walt Whitman.
En la línea de sombra, en todas las líneas de sombra de todas las vidas, hay un momento en que el miedo agarrota el corazón. Aparece de pronto para de pronto volverse a ir, la línea de sombra, el día en que todo se ve de otra manera, y el miedo aparca lentamente dentro del pecho, en el pecho se aparca el miedo y el fracaso, la duda, que es la madre de todos los temblores y las caídas. Una palabra mal dicha, un tiempo sin escribir algo que merezca ser leído, fallos en la conducción de uno mismo y de las propias palabras, dos o tres risas que ríen sobre otra cosa, la mirada ausente que no reconoce el valor, no hay mayor humillación que no ver reconocido el trabajo en los otros, el silencio, la peor de las críticas, no existe crítica porque tan siquiera existe qué criticar.
Hay una película que habla sobre esto, es decir, hay muchas películas que hablan sobre esto, no sé qué fotos pondrá Jorge en este artículo porque no tengo ninguna en la cabeza y las tengo todas, hablaré de tres, más bien nombraré tres, para facilitarle la tarea, una puede ser Interiores, de Woody Allen, con esa hermana que no tiene talento para nada pero quiere ser artista (ahí está el dolor, la caída, entender qué es lo que se anhela y no poder conseguirlo), otra puede ser Midnight In Paris, también el deseo de convertirse en escritor y dejar lo banal a los demás (esta es de final feliz, descartada ya pero válida para fotografías en el texto), otra que se me ocurre es El club de los poetas muertos, ese estudiante talentoso al que la presión y la vida obligan a tomar una decisión brutal (no conseguir el arte que se anhela por no conseguir el reconocimiento en los demás). Estas pueden ser las excusas: Blanch, maqueta el artículo como te plazca, ya he cumplido mi parte en este párrafo.
Querer conseguir algo es marcarse un objetivo e ir hacia él, y el camino es largo y está lleno de silencios, los silencios humillantes de los que hablaba, para el chico de El club de los poetas muertos es la mirada severa del padre, para Gil Pender de Midnight In Paris es la falta de interés de su prometida, para la hermana de Interiores son las continuas muestras de incapacidad ante la creación o la diferenciación del resto, la mediocridad incrustada en su pecho, aparcada allí lentamente, dudas, miedo, caída al fin de ningún sitio porque nunca se ha avanzado realmente. El camino hacia la meta (por otra parte, ¿qué meta?) es largo y difícil, como decía Saramago mientras subía la Montaña Blanca de Lanzarote, pero, ¿y si no existe el camino ni existen los peldaños que uno cree estar dejando atrás?
Ahí viene entonces La línea de sombra, también magnífica novela de Joseph Conrad, la línea de sombra en que se convierte el camino porque uno se da cuenta de que no sobresale, como la hermana de Interiores, de que no es interesante lo poco que consigue crear, como Gil Pender, de que hay aspectos más útiles a los que dedicar esfuerzos, como el estudiante. Y es ahí donde la línea de sombra se hace la sombra de uno mismo, las risas sobre otra cosa, el silencio de los demás, la indiferencia. Llega a las mentes entonces el salvavidas de Sartre, el infierno son los demás, pero se deshecha a la quinta copa porque se observan miradas de luz que dirigen su luz hacia otros lugares, pasando de largo por nuestro pecho aparcado de miedo, y comprende el corazón que es tan sólo esa idea un analgésico contra el fracaso y la falta de valía, igual que lo son las misas y el Talmud, o las ideologías y la entrega altruista al prójimo (no existe el altruismo, punzante conversación de hace un tiempo que todavía me ronda la cabeza).
Puede ser entonces que todas las personas sensibles al arte (¿qué es arte?) sientan necesidad de crear y de transmitir, porque crear no es más que transmitir ideas y emociones mediante alguna forma de belleza, y que algunas de ellas valgan para eso, y a base de esfuerzo y dedicación, de evitar la línea de sombra cuando aparece —porque la línea de sombra aparece en todos, la diferencia está en que se convierte en compañera infinita para unos (los mediocres) y en visitante efímera para otros (los talentosos)—, consigan dejar un pequeño legado a los hombres una vez hayan muerto: la meta, al fin.
Y puede ser entonces que la indiferencia hacia el trabajo en que uno pone su esperanza y su vida, Midnight In Paris, que los ojos severos del mundo, El club de los poetas muertos, traigan la línea de sombra al pecho y traigan la certeza de la mediocridad, Interiores, y lo único que queda es el camino de vuelta a casa, el frío anodino de una mañana más de abril, y pequeñas lecturas seleccionadas de Leaves Of Grass. Pero después de todo todavía existe el impulso de seguir escribiendo, de intentar saltar la línea de sombra aunque lo más probable sea que, al final de la travesía, todo haya sido un sueño sobre la cubierta de la vida, y muertos y fríos yazcamos en ella, sin nada que decir, sin nada por lo que se nos recuerde, y nuestros esfuerzos yazcan también junto a nosotros, invisibles en la mediocridad de los días y las derrotas que nunca quisimos aceptar.
A David V. Couto, funambulista de líneas de sombra.
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