Reseña: Tras unos meses en los que solo podía verse pagando 21,99 euros y teniendo suscripción en Disney+, Mulán ya se puede comprar en formato físico y ver en la susodicha plataforma sin coste extra. Hasta que Disney anuncie sus planes de lanzamiento futuros más allá de Soul, que llegará al catálogo de Disney+ sin cargo extra por Navidad, no sabremos con certeza si la todopoderosa compañía ha quedado contenta con el experimento. Finalmente, Mulán ha sido una película de la que se ha hablado mucho más por su accidentado lanzamiento que por sí misma, y una vez vista, se entiendo perfectamente, pues tampoco hay mucho de lo que hablar.
Hasta ahora hemos visto dos formas de hacer live-actions de clásicos Disney: calcando al original o intentando diferenciarse del mismo. Mulán pertenece a este segundo grupo y, además, es la que más ha intentado prescindir de todo lo “infantil” de su antecesora, con las canciones tan solo presentes de forma instrumental, pero sin renunciar a ser un espectáculo para toda la familia. Para mí, El libro de la selva (2016) sigue siendo el remake modélico, pues conserva las mejores cualidades del original y son complementadas con ideas nuevas. Lamentablemente, no es el caso de Mulán, pues todo aquello que la hacía un gran clásico Disney es sustituido por otras cosas que resultan ser peores. Y no, que hayan cambiado a Mushu por un ave fénix aleatorio no es lo único que ha ido en detrimento.
Mulán ya no es una chica normal y corriente que acaba demostrando que puede someterse con éxito al mismo entrenamiento que los hombres y ser más astuta que estos. Ahora es una chica que tiene un don desde su nacimiento, una gran energía “ch'i”, que la dota de una gran destreza natural. Por tanto, el conflicto de Mulán mientras se entrena no reside en esforzarse por convertirse en una guerrera, sino en tener que aprovechar su poder en vez de ocultarlo para no llamar la atención. Ha pasado de ser una chica corriente y un tanto kamikaze que se crece ante la adversidad con la que es fácil identificarse a ser una superheroína cuyo principal problema es que sus poderes no son legitimados por la sociedad, lo cual convierte a la película en un alegato feminista perezoso en la línea de aquello que dijeron Sigourney Weaver, Gal Gadot y Brie Larson en la ceremonia de los Oscar de que “todas las mujeres son superhéroes”; un lema tan bonito como vacío de contenido.
4’5/10
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