Reputación: Tras el éxito cosechado con el cortometraje Leo es pardo (1976), exhibido en el Festival de Berlín, Iván Zulueta empezó a desarrollar la idea de su siguiente corto, pero el guion de Arrebato pronto ganó volumen como para convertirse en su segundo largometraje tras Un, dos tres, al escondite inglés (1969), en la que figuraba José Luis Borau como realizador y no él por no formar parte del sindicato de directores. Nicolás Astigarraga, un arquitecto leonés que quería invertir en cine, proporcionó tres millones de pesetas a la producción de Arrebato, con un plan de rodaje de 15 días. Sin embargo, la filmación se fue alargando más de lo previsto, lo cual disparó el presupuesto del film a 14 millones de pesetas. La escasez de dinero a mitad de rodaje y la anarquía generalizada provocó la renuncia de varios técnicos, principalmente los de sonido, por lo que la película tuvo que ser redoblada a posteriori. El personaje de Helena Fernán-Gómez fue doblado por Pedro Almodóvar, para el que Zulueta había diseñado varios carteles de sus películas, y que podía falsear una voz femenina que al director le gustaba más para dicho personaje. La posproducción del film se prolongó durante 6 meses, siendo el montaje final de 180 minutos. Al productor Augusto Martínez Torres le encantó, pero sabía que sería imposible distribuirla en cines con esa duración. Tras batallarlo con Zulueta, consiguieron reeditar la película, quedándose en 110 minutos. El fracaso en taquilla de Arrebato y los problemas durante su producción provocaron tanto la ruptura de Zulueta con Nicolás Astigarraga como el inicio de su fama como director maldito
Comentario: Arrebato comienza con toda mi atención, con un paseo en coche junto a los cines de Gran Vía (la mayoría ya extintos), y me intriga cuando el protagonista, encarnado por Eusebio Poncela, recibe un misterioso paquete de una persona de su pasado con el que apenas tuvo contacto. Sin embargo, conforme la película va avanzando me desconcierta cada vez más, y no para bien. Me gusta la idea del cine como heroína y adicción de la que resulta más complicado salir cuanto más te sumerges en él, al igual que la mera existencia del film, de que tengamos una película de culto española con un estilo onírico situado entre Lynch y Cronenberg, pero, lamentablemente, no he sentido la fascinación que sí ha provocado en muchos cinéfilos que la siguen reivindicando a día de hoy. Me resulta suficientemente interesante e inquietante, pero no es para mí.
Próximo visionado: El viaje a ninguna parte (1986)
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