Reseña: Cuando estoy triste suelo ver películas dramáticas. De adolescente solía recurrir a Réquiem por un sueño (2000). Solía decir que era porque ver a gente que tenía más razones para estar "depre" que yo me hacía sentir mejor. Ahora siento que las utilizo como catarsis, una forma efectiva de “descongestionarme” emocionalmente, y aún así… ¿y si en vez de ayudarme lo que hacen es hundirme más en la miseria? Esta pregunta ronda sobre el documental No creas que voy a gritar (Ne croyez surtout pas que je hurle), una especie de diario oral ilustrado con imágenes de cientos de películas en el que su autor, Frank Beauvais, cuenta cómo tras una ruptura sentimental acabó aislado del mundo y confinado en su casa viendo películas durante todo el día.
Esto no va sobre el reciente confinamiento por el que todos hemos pasado, pero aquellos que lo aprovechamos para zampar películas y series como jamás habíamos podido hacer en la vida adulta nos sentiremos muy identificados con la experiencia de Beauvais. El cine pasa de ser una vía de escape y una forma de aprendizaje y de aproximación a otras culturas a convertirse en una profunda madriguera que le conduce a una espiral de letargo físico y emocional. Difícilmente pueden identificarse a qué títulos pertenecen las numerosas imágenes que ilustran el film, pues están completamente descontextualizadas; la mayoría son breves planos detalle que complementan los pensamientos y la narración del propio Beauvais, cuyo tono de voz quizás sea demasiado monocorde, pero no especialmente molesto.
8/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario