Creador: Vince Gilligan
Int.: Bryan Cranston, Aaron Paul, Anna Gunn, Dean Norris, Betsy Brandt, RJ Mitte, Bob Odenkirk, Jonathan Banks, Giancarlo Esposito
Emisión: 2008 – 2013, AMC
5 temporadas
Hay series que, al margen de su calidad, se convierten en hitos televisivos por las pasiones que levantan a su paso: Twin Peaks, Friends, Perdidos, Sexo en Nueva York… A todas ellas la caja tonta se les quedó pequeña al arrastrar una legión de seguidores cuya fuerza motora propició sus respectivos apartados dentro del índice de la historia televisiva. La última en ganarse su pedacito de cielo ha sido Breaking Bad, quien tras aterrizar en la cadena AMC sin hacer mucho ruido comenzó poco a poco a captar seguidores gracias al efecto recomendación, hasta convertirse en el fenómeno televisivo y cultural que es hoy en día a nivel mundial. Más de un año después de su final sigue generando noticias mientras se espera el estreno de su spin-off. La última, la retirada de los muñecos basados en los personajes de la serie de las tiendas Toys R Us a petición de una consternada madre de Florida.
La creación de Vince Gilligan es una de esas series que al principio exige mucha paciencia al espectador. La primera temporada, recortada en 7 episodios por la huelga de guionistas, ocurre en un pequeño período de tiempo (en realidad, toda la serie se ambienta en poco más de un año) y se contenta con presentar su premisa (un profesor de química que tras ser diagnosticado con un cáncer decide fabricar drogas para asegurar el futuro económico de su familia), guardando sus mejores cartas para las cuatro temporadas restantes. Uno de los aspectos más positivos de Breaking Bad es que a pesar de que podían haberla estirado mucho más, sus responsables decidieron acabarla en el momento que le correspondía. La insistencia por estirar el chicle ha propiciado que series tan buenas como Dexter nos hayan dejado con un sabor agridulce tras sus agónicas últimas temporadas.
Nada sobra en los 62 episodios que dura Breaking Bad. A lo largo de ellos presenciamos cómo Walter White, un discreto y buen hombre, padre de familia, descubre a través de una versión corrompida del sueño americano al cabrón que había permanecido dormido en su interior, al que bautiza como Heisenberg. Y lo peor, o mejor, dependiendo de cómo se mire, es que disfruta sacando toda esa rabia y esa mala leche que tenía contenida desde hace tantos años, y que siente menos remordimientos con cada nuevo crimen que comete. El tipo es un auténtico sociópata, y aún así, se mete al público en el bolsillo y los pone en contra de su esposa, Skyler, que se convirtió en uno de los personajes más odiados de la serie cuando lo único que pretendía era proteger a su familia de la nueva y muy peligrosa vocación de su marido (este tema da para debate incendiario). Todos los personajes principales de la serie terminan en una situación completamente diferente a como los descubrimos: Walter, Skyler, el cuñado que trabaja para la DEA e incluso Jesse Pinkman, el niñato al que Walter recurre para introducirse en el mundo de la droga y que acaba convirtiéndose en su socio y protegido. Bryan Cranston, Anna Gunn y Aaron Paul recibieron varios Emmys por sus trabajos, especialmente merecidos en la recta final de la serie, cuando la serie pone la quinta y sus personajes son llevados al límite de las consecuencias de sus actos pasados.
En realidad, me sorprende que Breaking Bad se haya convertido en un fenómeno de masas, pues su estilo poco tiene que ver con el batiburrillo y la velocidad que demandan los espectadores cuando forman parte del gran público, demandando que siempre esté pasando algo en pantalla, y cuanto más rápido y atropellado, mejor. En cambio, Breaking Bad tiene un ritmo tranquilo y pausado, que se recrea mucho en detalles nimios y silencios, para truncarlo de repente con un brutal suceso violento. A veces se produce cuando la tensión ya resulta insostenible, otras, la mayoría, de forma totalmente inesperada, y cuando esos sucesos brutales son consecuencia de una serie de pequeños actos sin consecuencia ni alcance aparentes, como el que se produce al final de la segunda temporada, es cuando la cabeza directamente nos explota.
Por todo lo expuesto, por todo lo que mola la figura de Heinseberg y por mucho más es por lo que Breaking Bad está considerada como una de las mejores series americanas del siglo XXI, si no la que más. A mi juicio, es una consideración un tanto desorbitada, no tanto por el valor artístico de la serie, que lo tiene y mucho, sino porque otras producciones, muy buenas, no han recibido ni la mitad de las atenciones que ella. Quizás haya sido también culpa del ‘hype’ que me esperaba una recta final mucho más cruel y sádica de lo que en realidad es; hay capítulos de The Walking Dead de una dureza mucho más rotunda, pero eso es cosa mía, que vi la serie a destiempo y sabiendo más o menos por dónde iban los tiros. Si eres un fan acérrimo de Breaking Bad y la echas mucho de menos, te digo lo mismo que a los frikis de Juego de tronos: “¡Hay otras series muy buenas ahí fuera!”. Y si eres uno de esos raritos que nunca han oído hablar de Walter White, Heisenberg, Los Pollos Hermanos o del Yo, bich! te digo… “Tienes la opción de iniciar una de las bajadas a los infiernos más alucinantes que podrás experimentar en tu vida seriéfila. Tú mismo”.
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