Oh marine
oh boy
una de tus dificultades consiste en que no sabes
distinguir el ser del estar
para ti todo es to be
así que probemos a aclarar las cosas
[…]
Ser y estar, Mario Benedetti.
Hay una diferencia fundamental entre el verbo ser y el verbo estar. Ya lo escribió Heidegger: no es lo mismo. Una planta está, está un perro; el hombre, por otra parte, debería ser. Pero, ¿cómo somos? ¿Cómo deberíamos ser? La tendencia fundamental de los tiempos que corren es el ocio “cultural”. El ocio, entendido como forma despreocupada, entretenida y feliz —nótese la cursiva—, a la vez que comprometida, de pasar el tiempo. No hay que confundirse: pasarlo bien sí, pero luchando y aprendiendo, que no somos poligoneros. O sea. Ver una peli de Álex de la Iglesia, estar diez horas en Facebook haciendo propaganda o beber cuatro copas para hablar de contracultura en el garito más independiente de la ciudad —nótese de nuevo la socarrona cursiva—. El intermedio. Serie B. Amor lesbiano. La increíble aventura de Alicia en el país de las pornopesadillas.
Imaginen. Imagen: un chico de unos veinte, treinta años, universitario y culto, idealista, está en su casa después de comer. Su vida es buena, tiene novia, dinero (aunque, deliberadamente, no lo aparenta), y tiempo libre para gastar como le plazca. Tras los espaguetis, se sienta en el sofá, se pone cómodo —lo más importante, estar a gustito—, se hace un peta, y enciende la televisión: ante él, cuarenta y cinco opciones. La2 emite su clásico documental sobre animales. Reacción del chico: menudo coñazo. ‘Yo, los animales los conozco porque los he visto en una granja. Ahí, en la puñetera 2, no pasa nada interesante. Y además, es mejor verlos al natural. O sea. Enfrente de uno mismo’. Zapping.
Luego, la oferta e interesante amalgama cultural de nuestro país lo lleva a LaSexta 3. El chico, extrañado, descubre que están poniendo Los muertos (Dubliners), de John Huston. Aunque él, claro, no tiene ni zorra de quién es John Huston, ni tampoco de que ha sido él quien dirigió esa película. Y, ni mucho menos, se le pasa por la mente que es una adaptación del relato Los muertos del libro Dublineses, de James Joyce. Es más: si supiera de la existencia del tal Joyce, pensaría que es una abominable y judía marca de joyas (a veces ve películas subtituladas, lleva palestina, es culto, antifascista y además fan del Hormiguero) o que se trata de un fabricante de coches de lujo. Conclusión: change.
Al cambiar de canal otra vez, se encuentra con Telecinco, y lo nota antes de que aparezca la imagen porque los gritos son considerables. ‘Ah, por dios. Ya están estos ignorantes chillando en la tele. Yo paso de ver esto’. Tras lo cual, su smartphone suena con dos pitidos, avisándolo de que alguien le está “whatsappeando”, y corre directo a su Mac para meterse en Internet, donde está la verdadera cultura: ‘Algo más serio encontraré. La televisión es una basura, qué vergüenza de país’. Su itinerario es Facebook —barra de marcadores—, en el que pasa una hora y media viendo sus propias fotos del jueves anterior y haciendo comentarios ingeniosos, revolucionarios, sobre ellas; luego Twitter, en el que contribuye enormemente a los Trending Topics de #democraciayculturaparatodos, #nuevoespirituvintage (nótese la falta de acento en el espíritu) y, por último, #razonesparamasturbarse. Ante lo cual se dice a sí mismo, ‘joder, qué estrés. Pues no me vendría mal una pajilla’. E imita, en su intimidad, porque en público no se atreve, la voz coñona de Torrente.
Entonces abre el Google, único buscador utilizado (Internet es libre, recuerden), que tiene además personalizado con su cuenta global de Gmail, y teclea: CHICAS DESNUDAS. Así en mayúsculas, porque las tenía pulsadas desde el último twit, y la corrección gramatical, en Internet, no se lleva; además de que la considera una restricción a su libertad de expresión. Pasa un rato, y después de masturbarse viendo cómo auténticas analfabetas dejan que numerosos hombres las penetren con violencia (aunque él es, por supuesto, feminista), deja el ordenador en suspensión (el ordenador nunca se apaga), va hacia su armario y se viste de forma despreocupada, hippie y contestataria, y baja a la plaza para colaborar en la manifestación de turno a favor de la democracia y el socialismo. Él. Universitario comprometido, contraculto, que no sabe quién cojones es, ni conoce lo más mínimo el mundo en el que vive. Anónimo individuo, representación de la masa de estudiantes y trabajadores válidos de este país. Él. Animal.
Y esto es exactamente lo mismo que ver Slumdog Millionaire en lugar de Los comulgantes, por ejemplo. Es lo mismo que leer en Internet citas célebres de filósofos, o gritar consignas pegadizas en la calle en lugar de abrir El espectador y sentarse tranquilamente con un libro. Es lo mismo que sintonizar al Wyoming en lugar de dejarse caer por la biblioteca, coger una cinta de Pasolini, y ver qué nos quiere decir ese italiano sobre los prejuicios sexuales. Es lo mismo que apreciar la modernez de una película indie por encima del mensaje de Las uvas de la ira, o flipar con las letras ridículas de un grupo alternativo (gafas, camisa a cuadros, pitillos) antes que con Bach. Lo mismo, en fin, que no diferenciar el verbo ser del verbo estar. La enfermedad, expandida e imparable, que nos manda lentamente a todos a la más profunda mierda que hayamos podido imaginar.
5 comentarios:
Lo estaba esperando y una vez más, vuelves para seguir haciendo amigos. No te preocupes, la mayoría se sentirá identificada y ofendida (en el caso de que entienda o terminen de leer el artículo) pero siempre habrá una pequeña parte que estará contigo.
Buenísimo.
No soy tan pesimista. Pienso que estamos cambiando, la gente empieza a darse cuenta de que estamos muy "dormidos" y empiezan a decidir sobre qué compran, qué ven, qué leen y qué comen. Es decir, empiezan a preguntarse si siempre lo han deseado o se lo han impuesto. Empieza el cambio, estoy segura.
Afortunadamente conozco a mucha gente que es así, afortunadamente digo, para expresarte mi más alagado "amén" ante todo lo aquí expuesto - conozco la realidad y la descripción es calcada. Pero afortunadamente, también conozco muchas personas que no son así. Universitarios, sí, que como todos estamos aprendiendo a ser más que a estar.
El hecho de que esta crítica mordaz parta de un joven universitario es reconfortante puesto que no todos sois iguales. Lo que pasa es que los jóvenes guais y progres descritos llaman más la atención. Hay, yo creo, una mayoría "silenciosa" muy preparada, comprometida, con grandes valores y con gran ilusión para cambiar el mundo. Haceos visibles y dad un paso al frente; el futuro depende de vosotros.
Haciendo un parón en el trabajo me pongo a leer el rincón de mi colega a ver qué nos ha contado últimamente y me encuentro con semejante maravilla de artículo que todavía no había leído.
Simplemente, TOP.
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