El Festival de Málaga de Cine Español alcanzó la mayoría de edad con su 18ª edición, clausurada el pasado 26 de abril. Como este año resido cerca, decidí acercarme para descubrir tanto el Festival como la ciudad de Málaga. Siendo alumno del Máster de Cinematografía de la universidad de Córdoba pude solicitar una acreditación que me permitía acceder a todos los pases de prensa y a otras proyecciones de forma gratuita, aunque también podía haberlo pedido de prensa por el blog, pero era más complicado.
Finalmente, acudí con unos amigos los últimos cuatro días del festival, porque disfrutarlo de principio a fin me parecía excesivo (para mi bolsillo, claro). Así que esto que les traigo es una crónica tardía y parcial de mi experiencia en el festival de Málaga y de las películas que tuve ocasión de ver. No será la mejor que puedan leer, pero menos da una piedra.
Llegamos el jueves 24 y sin tiempo para dejar las maletas en el hostal corrimos al Teatro Cervantes para ver A cambio de nada, el debut en la dirección de Daniel Guzmán, al que muchos recordarán por interpretar al novio de ‘la pija’ de Aquí no hay quien viva. La película cuenta la historia de un chaval de 16 años, Darío, que está llevando una adolescencia complicada debido a su carácter picaresco y la nada amistosa separación de sus padres, hasta el día en que se escapa de casa y empieza a sobrevivir gracias a Luismi, su mejor amigo de siempre, y a la amistad que forja con diferentes personajes, como una anciana que recoge muebles en su motocarro.
Si bien al principio parece que A cambio de nada será un drama social en la línea de la sosa 15 años y un día (que triunfó en el Festival hace un par de años) y de otras tantas, la película de Guzmán se desmarca tirando por la comedia y por el gran carisma que derrochan sus secundarios, conformando un relato sobre el paso de la adolescencia a la madurez a medio camino entre Los 400 golpes y 7 vírgenes que resulta entrañable, simpático y muy bien rodado e interpretado. Es una película que induce a un fácil consenso y, como tal, acabó ganando la Biznaga de Oro a mejor película del festival, así como los premios a mejor director, actor secundario para Antonio Bachiller (Luismi) y el que concede la crítica. Se estrena el 8 de mayo, así que la semana que viene habrá una reseña más extensa sobre la película.
Sabiendo que hasta el momento pocas películas habían gustado tanto, ya me olía que había visto La Película del Festival, nada más aterrizar. Después de dejar las maletas y comer, tocó película de Zonazine, sección en la que se proyectan películas en las que prima más la experimentación. Cuento de verano fue la escogida. Se trata de un filme dirigido por el debutante en largo Carlos Dorrego y protagonizado por Rubén Ochandiano, Manuela Velasco, Toni Acosta (ganadora del premio a mejor actriz de Zonazine), Silma López y Nico Romero sobre un escritor que tras la marcha de su novia tiene que enfrentarse a la convivencia consigo mismo y con sus demonios internos durante un asfixiante y desolador verano en Madrid.
Hay una buena película en Cuento de verano, pero está sepultada por un montaje farragoso y unas ínfulas pseudo-espirituales y filosóficas que no le sientan nada bien. Aburre y provoca indiferencia. Justo después de la proyección se produjo la rueda de prensa, en la que nos enteramos a través de la pregunta de un periodista que Rubén Ochandiano se había desvinculado completamente de la película, hasta el punto de que no figura en los créditos a pesar de haber ejercido de co-director y protagonista. Vamos, que probablemente esta sea una de esas películas cuya historia detrás de las cámaras sea más interesante que la que vemos en pantalla. Eso sí, el equipo de la película fue muy cercano y simpático durante la rueda de prensa, especialmente una radiante Manuela Velasco; sólo le hice una pregunta para que se dirigiera a mí y me dejó hipnotizado. Y ya no vi más películas ese día.
A la mañana siguiente tocó madrugar para asistir al pase de prensa de las 9:00 de Los exiliados románticos, el nuevo filme de Jonás Trueba, hijo de Fernando Trueba. A Jonás lo descubrí hace poco con su ópera prima, Todas las canciones hablan de mí, y me dejó fascinado, así que le tenía muchas ganas a su tercera película (aún no he visto la segunda, Los ilusos). Los exiliados románticos sigue el periplo de tres amigos que emprenden un viaje en furgoneta a Francia en el que se reencontrarán con viejos y efímeros amores, con la única misión de sorprenderse a sí mismos y de seguir sintiéndose vivos.
Tal y como nos contó Jonás Trueba en una entrevista concedida a CineDivergente que enlazaré en cuanto se publique y a la que pude asistir gracias al compañero José Cabello, la película se rodó durante un verano, sobre la marcha y en estrecha colaboración con los actores (que mantienen sus nombres en la película) y con la cantante del grupo Tulsa, que ha cedido sus canciones al filme. Altamente influenciada por la Nouvelle Vague, Los exiliados románticos es una carta de amor a Francia, a los amigos, a la música que nos acompaña y nos remueve por dentro y a esos viejos amores fugaces que quizás ya no vuelvan pero que han pasado a formar parte de nosotros. Sencilla, espontánea, melancólica y cautivadora, sólo le lastra su afición por la cita literaria “más grande que la vida” y un poco de postureo hipster. La película ganó la mención especial del jurado y el premio a mejor música. De momento no tiene fecha de estreno, pero será limitado.
Tras el buen rollo de Los exiliados románticos, cuyo poster podría ser perfectamente el mejor del año, llegó Aprendiendo a conducir, película que se presentó fuera de concurso con motivo del premio Retrospectiva que se le concedió a Isabel Coixet durante el festival. La cinta, protagonizada por dos viejos conocidos de la directora, Patricia Clarkson y Ben Kingsley, está basada en un artículo de prensa que cuenta cómo una escritora consiguió superar su difícil divorcio gracias a las lecciones de conducir que recibió de un refugiado político hindú de la casta sij.
Yo no soy muy fan de la Coixet, sólo Mi vida sin mí me entusiasma, así que quizás por ello he disfrutado mucho con este alivio cómico en su carrera; la propia directora afirmó en la rueda de prensa posterior que probablemente esta sea su única película en la que no dan ganas de cortarse las venas después de verla. Algunos la tacharán de impersonal por ser una película de encargo, pero Coixet la ha dirigido con sensibilidad y con el valor seguro que supone contar con Clarkson y Kingsley como pareja protagonista. A pesar de sus mensajes sobre la emancipación en la madurez o lo complicadas que son las relaciones concertadas o sin concertar, he percibido un subtexto rancio sobre la infidelidad, la debilidad de los hombres por las féminas jóvenes o el gusto de estas últimas por robar maridos, pero tampoco molesta porque no se incide demasiado en él. Aprendiendo a conducir es una comedia amable, que se ve sin problemas y quizás se olvide con la misma facilidad, pero tampoco se puede considerar una pérdida de tiempo. El estreno en España será el próximo 3 de julio.
En la segunda parte de esta crónica hablaremos de Muchos pedazos de algo, Pos Eso y Techo y comida, ganadora del premio del público y a mejor actriz.
1 comentario:
Los festivales de cine son un deleite para los amantes del séptimo arte. Exhiben obras maestras y descubren talentos emergentes, creando una experiencia cinematográfica inigualable.
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