Dir.: Claudia Llosa
Int.: Jennifer Connelly, Cillian Murphy, Mélanie Laurent, Oona Chaplin, Ian Tracey, Peter McRobbie, William Shimell, Zen McGrath
¿De qué va?: Un accidente marca y distancia a una madre y a su hijo. Ella llega a ser una personalidad de renombre; él, un peculiar cetrero que vive marcado por una doble ausencia. Una joven periodista propicia un encuentro entre ambos veinte años después de la separación.
Reseña: No he visto La teta asustada, la película con la que la peruana Claudia Llosa llegó hasta la ceremonia de los Oscars. Es una de esas películas que están en ese limbo que todos tenemos de visionados pendientes del que no son rescatadas hasta que no las pillas de casualidad en televisión o recibes un estímulo que te empuja a verla. Confiaba en que No llores, vuela, su tercer largometraje y salto internacional, me daría ese empuje que necesitaba, pero desafortunadamente no ha sido así.
No llores, vuela (tremendo título donde los haya) gira en torno a la complicada relación entre una madre y su hijo alternando entre dos espacios temporales distintos: el momento en el que separaron y veinte años después, cuando por fin sus caminos están a punto cruzarse de nuevo. El paisaje gélido y desértico es sugerente y el trío protagonista muy atractivo, pero la directora no consigue que en ningún momento me sienta verdaderamente interesado por la historia, puesto que está construida a base de tiempos lentos y calmos sin mucha chicha, salpicados por escenas en las que el drama estalla a través de ataques de ira y gritos, tan artificiales que no conmueven en absoluto, ni siquiera cuando se produce la gran tragedia que desencadena el alejamiento entre madre e hijo.
Jennifer Connelly, Cillian Murphy y Mélanie Laurent son actores de demostrado talento y magnetismo que aquí se limitan a mantener la compostura pese a estar bajo cero y a ponerse históricos por capricho del guión. Las pretensiones de la directora, además de altas, son confusas: no acabo de entender qué quiere contar sobre la espiritualidad, la maternidad o el perdón porque no se moja en todo el metraje, y cuando llega el desenlace básicamente se lava las manos y nos deja a todos con cara de tontos. Los finales abiertos funcionan si la trama ha sido trabajada lo suficiente o cuando invita a que el espectador saque sus propias conclusiones, pero aquí no sucede ni lo primero ni da pie a lo segundo. En definitiva, No llores, vuela es la primera gran decepción del 2015, una película inane y de espiritualidad hueca que no deja poso. De hecho, la vi hace tres días y ya casi la he olvidado.
4/10
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