El mayor fan de Lars Von Trier es el propio Lars Von Trier, pero su egolatría no quita que sea muy buen director y que tenga ideas muy interesantes que no siempre desarrolla de la forma más idónea. Su cine es intimismo pesimista (o pesimismo intimista) contagiado por sus tendencias a generar polémica tanto fuera como dentro de la pantalla. Con ese equilibrio imposible, el amigo Lars se ha ganado una legión de seguidores que disfrutan sufriendo con sus películas y ha generado una gran expectación en torno a su proyecto más ambicioso hasta la fecha: Nymphomanic, que no es otra cosa que la vida y obras de una mujer adicta al sexo, interpretada por su actriz fetiche, Charlotte Gainsbourg, en su vida adulta y por la debutante Stacy Martin en la joven.
Que si hay sexo real, que si son actores porno los que interpretan dichas escenas, que si es tan larga que hay que dividirla en dos partes, que si va a haber una versión censurada y otra íntegra, que si esta última sólo se va a proyectar en festivales… La película ha hecho correr muchos ríos de tinta, y para qué: meses después del estreno de sendas partes queda la sensación de que la controversia generada no era para tanto. Quizás porque La vida de Adèle y El desconocido del lago llegaron antes y abrieron la veda del sexo hiperrealista en el cine, pero dudo que esta versión que nos ha llegado de Nymphomaniac vaya a escandalizar a quien no se sienta incómodo al ver un pene más de cinco segundos en pantalla. Y además resulta que en muy pocas ocasiones, lo que vemos en pantalla nos puede parecer verdaderamente erótico.
La historia está dividida en dos porque estrenar una película de 4 horas es un suicidio comercial, pero en realidad se trata de la misma película, con sus mismos aciertos y fallos. Aquí no hay esa diferencia narrativa y estilo que implantó Quentin Tarantino a los dos volúmenes de Kill Bill, tan sólo la primera parte acaba en una especie de ‘cliffhanger’ seguido de imágenes de lo que está por venir. Hay gente a la que le ha gustado más la primera parte, a otros tantos la segunda, pero yo no puedo decantarme por ninguna puesto que la historia está dividida en capítulos que narran diferentes épocas de la vida de la protagonista, Joe, y mis capítulos favoritos se encuentran en ambas partes. Por ejemplo, uno de los más destacados es el protagonizado por Uma Thurman, dando vida a una mujer desquiciada como consecuencia de una de las aventuras de Joe. La incomodidad y tensión que genera Thurman en esa escena es sublime. De la segunda parte despunta la parte en la que Joe descubre el sadomasoquismo de la mano (y la fusta) de Jamie Bell, dejando totalmente atrás a Billy Elliot. A pesar de que la Gainsbourg esté un poco lánguida, en general todo el reparto cumple, especialmente Shia LaBeouf (lástima de las locuras que le han dado últimamente) y hasta Christian Slater.
A lo largo de Nymphomaniac, Von Trier realiza varias reflexiones controvertidas a la par de interesantes, como la que hace sobre la pederastia en la segunda parte. Pero todo eso queda un tanto ensombrecido cuando la narración de Joe se corta para que su salvador, encarnado por Stellan Skarsgård, realice una compleja metáfora de lo que aquélla le cuenta relacionándolo con pesca, literatura, arte, religión y cualquier otra cosa que lo apasione o que se encuentre en la habitación. De verdad, no es necesario que este hombre filosofe con cada polvo que ha echado la chica en su vida, y si el personaje ya era un tanto cargante de por sí lo que ocurre con él al final es tan previsible como absurdo; en este aspecto Von Trier tira por lo fácil, y un poco antes que eso, se atreve a dar una visión feminista de todo el asunto, como si no supiéramos de que pie cojea desde hace tiempo… Puede que Nymphomaniac sea la película que haya hablado más alto y claro de sexo y con menos tapujos, pero eso no la convierte en la obra definitiva que Von Trier cree haber realizado.
6/10
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