El gran éxito sorpresa cinematográfico de este año en España ha sido, sin lugar a dudas, Ocho apellidos vascos, una comedia dirigida por Emilio Martínez-Lázaro cuyo rendimiento en taquilla superó las expectativas más optimistas: 9 millones de espectadores y 56 millones de euros recaudados que la han convertido en la segunda película más taquillera (sólo por detrás de Avatar,) y la tercera más vista de la historia de España. Como era de esperar, la secuela ya está en marcha, siendo escrita por su mismo guionista, Borja Cobeaga (Pagafantas), y con su reparto original de vuelta.
Ahora que la película acaba de salir en formato doméstico, con un éxito también bastante considerable, es buen momento para comentarla, pues a mí todo este fenómeno me ha pillado fuera de España. Como muchos ya sabrán, la historia gira en torno a un sevillano que, tras quedarse prendado de una ruda y atractiva vasca, decide seguirla hasta el País Vasco, donde acabará metido en un buen lío cuando se tenga que hacer pasar por un paisano delante del padre de la chica. El molde utilizado es el de la clásica comedia de enredo llena de malentendidos y mentiras con chispa, montada alrededor de dos personajes de personalidades totalmente opuestas que de tanto pelearse acaban enamorándose... Nada que no hayamos visto ya cientos de veces.
No obstante, el éxito de la propuesta reside en su humor, basado en la exageración y el contraste entre la cultura andaluza y la vasca. Los chistes basados en estereotipos culturales son un éxito tanto en España como en todo el mundo, así que no es de extrañar que la película haya tenido un fenómeno de boca a boca tan espectacular, y es que además, el tono de los gags, entre la incorrección política y el beneplácito popular, no se distancia demasiado del utilizado en exitosas series españolas como Aída, ni tampoco la plana dirección de Martínez-Lázaro, mucho más inspirado en El otro lado de la cama y secuela.
Ocho apellidos vascos ha servido para que el comediante Dani Rovira se convierta en una estrella de la noche a la mañana. También es gracias a su desparpajo y encanto y a la química que mantiene con Clara Lago lo que impulsa la simpatía que puede despertar la película, a la que también le beneficia la participación de Karra Elejalde y Carmen Machi como curtidas comparsas de la pareja central. Y eso es todo lo que merece la pena reseñar de Ocho apellidos vascos, una comedia bastante normalita que ha triunfado gracias a una campaña basada en el ruido mediático y la recomendación, no tanto de cinéfilos sino de aquellos que van al cine una o dos veces al año como máximo, a disfrutar de una peli sin pretensiones, y al día siguiente le comentan a sus compañeros de trabajo y amigos que no pararon de reírse durante toda la proyección. Eso, y que muchos echarán de menos los chistes a costa de los habitantes de Lepe.
5/10
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