¿De qué va?: El Jaibo es un adolescente que escapa de un correccional para reunirse en el barrio con sus amigos. Unos días después, el Jaibo mata al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran al reformatorio delante de su amigo Pedro. A partir de entonces, los destinos de el Jaibo y Pedro estarán trágicamente unidos.
Reputación: Considerada una de las mejores películas de la historia del cine mexicano, cuando fue estrenada en su país suscitó reacciones violentas y diversas instancias mediáticas que pedían el exilio de Luis Buñuel. A los cuatro días y tras varios intentos de agresión física al cineasta, la película fue retirada de los cines debido a las presiones de la prensa, el gobierno y los espectadores de clase media-alta. Afortunadamente, varios intelectuales salieron en su defensa y tras recibir el premio al mejor director en el Festival de Cannes de 1951, Buñuel fue “redescubierto” por los medios franceses y europeos, lo que le valió el respeto y la audiencia en México. Fue estrenada al año siguiente en una buena sala de la capital mexicana, donde permanecería más de dos meses en cartel. El filme, rodado exactamente en 365 planos, cuenta con un noveno rollo de película descubierto décadas después de su estreno en el que se incluye un final alternativo y feliz que el productor Oscar Dacingers obligó a rodar a Buñuel en caso de que hubiera que sustituir al verdadero si al público no le gustaba. Los olvidados fue, junto a Metrópolis de Fritz Lang, una de las primeras películas en ser incluidas en el programa de la UNESCO llamado ‘Memoria del mundo’, que tiene como fin preservar el patrimonio histórico documental de mayor relevancia para los pueblos del mundo.
Reseña: En Los olvidados, realidad y onirismo se dan de la mano para ofrecer una visión única de una de las grandes problemáticas, no ya de México, sino de todo el mundo: la marginalidad y delincuencia juvenil. Todo respira autenticidad gracias a su guión, tan crudo, pesimista y falto de concesiones como puede ser la vida en estos barrios, al trabajo de los actores, muchos de ellos no profesionales, y a los imperfectos personajes que encarnan (nadie es un santo). Pero Buñuel consigue hacer la historia suya y poner su sello personal al introducir, de forma sorprendentemente comedida, elementos surrealistas y obsesiones propias (el sueño de Pedro, las gallinas, el erotismo implícito…), enriqueciendo la historia. Una gran película que merece ser vista, estudiada y admirada por los siglos de los siglos.
Próximo visionado: Cayo largo (1948)
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