Queridos amigos y lectores, tengo el gran honor de anunciarles que The Other Fanboy va a contar a partir de hoy con una colaboración de auténtico lujo de la mano de mi colega cinéfilo Chechu. Cada semana nos aportará una visión diferente (y gallega) de los temas que se suelen tratar en este blog, como reseñas de estrenos, clásicos, series de televisión o reflexiones varias. Estoy seguro de que disfrutaremos y aprenderemos mucho con su participación y de que enriquecerá la visión parcial que ha tenido este espacio sobre el cine desde sus comienzos. Pero será mejor que me calle ya y que deje que se presente por sí mismo.
Blanch
Rodeada de edificios, abierta a las nubes como un claro del bosque, descansa una pequeña plaza. Rebotan las gotas contra el suelo empedrado, formando ese baile saltarín que todo lo moja y que se escucha desde las ventanas. En una de las calles laterales, un vestíbulo de color rojo se mantiene seco, alejado del tiempo y de la lluvia por unas cuantas escaleras de mármol. Hay carteles en la pared, una taquilla, dos puertas grandes de cristal. Inmóvil ante la plaza, observa el cine pasar la tarde.
Dentro, en la oscuridad acogedora de la sala, un niño se acurruca entre dos butacas, pegado a la pared, mirando sólo con un ojo lo que ocurre en la pantalla. Tiene las rodillas dobladas, los brazos alrededor de las piernas, y mira desolado entre los asientos. Allí, justo frente a él, el color amenazador del fuego lo devora todo. Acaba con árboles, prados, mancha el cielo de lengüetazos naranjas y persigue a los animales, que corren asustados en todas direcciones. "Por qué", se dice a sí mismo el niño, "Por qué no se salvan.” Su pequeña cabeza se deja llevar a toda prisa por la historia, está embebida y cautivada por aquel cervatillo curioso que tan mal lo está pasando ahora. El niño no es capaz de pensar en nada más y no sabe siquiera que junto a él se sienta su madre. No recuerda que está en una sala de cine, no se da cuenta de que en la tarde de domingo lluvioso, en la habitación oscura, está viendo por primera vez una película.
Entonces las imágenes avanzan, galopando unas detrás de otras, y la historia llega a su fin. El niño no puede comprender por qué llora, qué extraña magia lo ha llevado a sentir esa poderosa tristeza. Suelta las rodillas y nota los brazos doloridos después de tanta tensión, mira a su derecha y ve que su madre continúa junto a él, que la sala se ilumina. El resto de la gente se levanta de los asientos, y el niño, con la cara mojada y el cuerpo sacudido, comienza a caminar lentamente entre las filas. Al salir a la calle de nuevo, la luz lo trae otra vez al mundo, la lluvia vuelve a colarse por la suela de su zapato; la vida, en fin, se reanuda.
Bastante agua ha caído ya desde aquella tarde de domingo en que mi madre me llevó al Equitativa, ahora desaparecido, frente a una plaza mojada del centro de A Coruña. Desde que vi, con un ojo y pegado a mis propias rodillas, cómo el bosque ardía descontrolado al final de la película Bambi. Desde que sentí por primera vez el poder inigualable del cine.
Hoy soy algo mayor, no estoy ya en la ciudad que me vio crecer, y mi madre no me da la mano cuando camino por la calle. Pero sigo enamorado, irremediablemente enamorado de ese arte capaz de hacernos sentir con tanta intensidad. Y cuando sea viejo recordaré siempre, después de todas las películas y de todo lo que esté por venir, aquella tarde lluviosa de domingo. Porque aún me sigue entrando agua en los zapatos de vez en cuando y, a diferencia de la vida, el cine nunca termina.
Gracias a Blanch por dejarme aportar mi granito de arena en esta página maravillosa. Algún día podré decir que, cuando era joven, tuve la suerte de colaborar con él.
6 comentarios:
qué bonito! saludos y bonita semana :)
El estreno no ha defraudado para nada... me ha llegado, menudo fichaje!
Sin palabras...
Me encantó lo que escribiste, seguro voy a visitar el blog seguido!
Peeero... que labia tieenes Cheeechuu
Enhorabuena Chechu !!! Vas muy bien, sigue así.
Desde una plaza de Galicia ...
JyEyM
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