Aunque Pedro Almodóvar se mantiene firme ante la tentadora maquinaria de Hollywood, lo cierto es que el manchego está mejor valorado en Estados Unidos que en España, o al menos allí le dan el mimo que un hombre encantado de conocerse a sí mismo no podría rechazar (no olvidemos los numerosos proyectos que se cuecen en América basados en Mujeres al borde de un ataque de nervios). En territorio yanqui besan el suelo por donde pisa, mientras que aquí los que no son seguidores acogen sus películas con un arqueo de cejas, como ha sido el caso de Los abrazos rotos.
Tras el unánime éxito cosechado con Volver, Almodóvar vuelve con una historia más sofisticada en la que hay un poquito de todo lo que le ha caracterizado en su larga filmografía: hay drama, crímenes, amor al cine y humor “mujeril”, todo descrito con la pasión con la que el manchego empapa sus relatos y personajes. Pero tal pasión no va más allá de la simple exposición, y aunque todo está calculado al milímetro (la preciosa fotografía, el vestuario, la música…), ocurre algo insospechado, y es que no me creo lo que estoy viendo.
No me creo la pasión del romance entre Lluís Homar y Penélope Cruz, quienes funcionan muy bien por separado, pero cuando dan rienda suelta a su amor parecen sufrir ataques de epilepsia (con perdón a todos los que sufren este trastorno). Tampoco me creo a Tamar Novas, quien me parece que hace una actuación ridícula. Creo a Blanca Portillo menos cuando su personaje se pone trascendente. Y por último, no me creo que el director encarnado por Homar haya escrito el guión de Chicas y maletas, no va acorde con el personaje. Habrán guionistas que serán de una determinada manera y luego escriben historias que son todo lo contrario, pero no, aquí mi imaginación no llega a tanto, es un homenaje que hace Almodóvar a su cine distintivo y listo.
Los abrazos rotos es una película que genera opiniones radicales, sin embargo, yo me quedo en el medio. Le reconozco ciertos hallazgos, secuencias que valen su peso en oro como las de la intérprete de labios, pero nunca llega a entusiasmarme, no alcanza las cotas de sus anteriores trabajos, Volver o incluso La mala educación, que siempre he defendido ante las duras críticas. Eso sí, pese a no ser la rotunda e incuestionable obra maestra de Almodóvar, nos hemos quedado sin posibilidades de conseguir un billete de vuelo directo a Los Ángeles el próximo mes de Febrero. A veces es mejor alimentar egos que hacerse el orgulloso y morirse de hambre.
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1 comentario:
Como demuestra tu escrito, esta es una obra maestra incomprendida. Me alegro que defendieras La mala educación, otra incomprendida. Si alguien se atreve a decir que, de momento, Los abrazos rotos no es la mejor peli española del año, es que tiene un serio problema.
Saludos Blanch!
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