La faceta como director de George Clooney nos ha dejado un puñado de buenas películas, desde aquella ópera prima tan peculiar y modesta como fue Confesiones de una mente peligrosa. Su punto álgido llegó con Buenas noches y buena suerte, por la que fue nominado al Oscar, aunque yo particularmente me quedo con la demoledora visión de la política de Los idus de marzo. Hasta ahora su película más olvidable había sido Ella es el partido, un homenaje a la screwball comedy simpática y poco más, pero ese dudoso honor ha recaído ahora en su último estreno, Monuments Men.
La película narra una de las pocas historias ambientadas en la 2ª Guerra Mundial que quedaban por ser trasladadas al cine: un selecto grupo de historiadores, directores de museos y expertos en arte, tanto británicos como americanos, aceptaron la misión de recuperar las obras de arte que los nazis destruyeron o, en el mejor de los casos, robaron durante la guerra para llenar las paredes de un hipotético museo a mayor gloria de Adolf Hitler, y así poder devolvérselas a sus legítimos dueños. Aquellos hombres recibieron instrucción militar pero no eran soldados al uso, así que tuvieron que valerse de su astucia y valor para evitar la destrucción de miles de años de cultura de la humanidad.
A mí me parece una historia con evocación a los tiempos en los que vivimos, puesto que pone sobre la mesa la importancia que tiene la cultura para el ser humano, a pesar de que cierto gobierno no lo vea de la misma forma, quizás porque la cultura da la capacidad al ciudadano de pensar por sí mismo, y porque también me recuerda a esos conflictos que surgen cuando un grupo se manifiesta o lucha por un tema ‘x’ y siempre viene el listo de turno que les dice “¿Por qué protestas por esto cuando hay miles de niños muriéndose de hambre en África cada día”? Ese afán por juzgar en qué batallas se mete la gente también tiene su espacio en la película, ante la cuestión de si mereció la pena que esos hombres arriesgaran sus vidas, e incluso que algunos la perdiesen, por cuadros, esculturas y retablos.
Lamentablemente, la respuesta de George Clooney ante esa pregunta es tan obvia como grandilocuente. Es evidente que su intención era la de hacer una película bélica con un alto componente de cine aventurero y de colegueo, una mezcla entre Salvar al soldado Ryan, Ocean’s Eleven e Indiana Jones, pero el cóctel le ha quedado bastante desabrido. Nunca llega a aburrir, pero las hazañas de estos Monuments Men resultan poco divertidas, intrigantes y atractivas. Incluso se permite el lujo de desaprovechar a intérpretes tan dotados y carismáticos como Cate Blanchett y Bill Murray. La primera encarna a una rebelde francesa que acaba perdiendo la dignidad por un hombre, y el segundo forma un dúo cómico con Bob Balaban al que le faltó sacarle punta. Esa es la sensación general que deja el filme, el de ser un proyecto de gran película que requería una pulida para alcanzar su propósito, pero para una tarde de domingo aburrida tampoco es mala opción.
5/10
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