Dir.: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Int.: Marion Cotillard, Fabrizio Rongione, Catherine Salée, Batiste Sornin, Pili Groyne, Simon Caudry, Alain Eloy, Myriem Akeddiou
¿De qué va?: Sandra se reincorpora al trabajo tras una baja por enfermedad, pero recibe la noticia de que ha sido despedida. Su única oportunidad de conservar su empleo es hablar con todos sus compañeros a lo largo de un fin de semana para tratar de convencerlos de que renuncien a sus respectivas primas de 1.000 euros para que ella pueda quedarse.
Reseña: La clase obrera es sufridora por definición a lo largo de toda la historia del ser humano, y el siglo XXI no es una excepción. La recesión económica ha sido la excusa perfecta para que la clase política y empresarial pueda hacer y deshacer a su antojo desde su privilegiada posición, mientras los trabajadores se ven obligados a trabajar bajo unas condiciones laborales pésimas. En este clima intranquilo en el que vivimos desde hace ya unos cuantos años, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne han realizado una película que podría haber sido fácilmente un panfleto tan burdo como las primeras líneas de este párrafo (lo siento, lo mío no es comentar política ni economía),pero afortunadamente se han decantado por profundizar en el problema para conseguir algo mucho más complicado: honestidad.
A lo largo de un fin de semana, Sandra debe convencer a sus compañeros de trabajo de que renuncien a 1.000 euros de prima para que ella pueda conservar su puesto de trabajo. Cada uno tiene sus razones para votar a su favor o en su contra, todas son igual de válidas, y en ningún momento se les enjuicia, pese a que algunos respondan con malas maneras. La historia se presta a una narrativa monótona, pero los Dardenne la despliegan de tal manera que nunca cae en la monotonía, gracias a una serie de mecanismos sacados del thriller que encajan perfectamente con el espíritu de drama social del filme. Pero Sandra no sólo tiene que enfrentarse a sus compañeros, sino también a sí misma, pues debe de superar su vergüenza y la sombra de una enfermedad si quiere conservar su puesto de trabajo y poder cuidar así de su familia.
Marion Cotillard se despoja de todo el glamour que conlleva su imagen de “actriz parisina” para dar vida a una mujer normal y corriente que tiene que sacar fuerzas de sus mismas entrañas para seguir adelante, con el inestimable apoyo de su marido (Fabrizio Rongione). A lo largo de su periplo encuentra esperanza, la pierde, se hunde, se repone y suda como una condenada y nos la creemos a pie juntillas porque es una actriz formidable, y generosa, porque se integra perfectamente con sus compañeros de reparto, la mayoría no profesionales, mirándolos de tú a tú, sin las ínfulas propias de la estrella de cine que utiliza la película como vehículo para su lucimiento personal, y eso que la cámara la está enfocando a ella y a su belleza al natural el 97% del tiempo.
Los Dardenne no quieren adornos para su trama, aunque hay algunos recursos de guión, muy pocos, que pueden ser considerados un tanto facilones para acentuar el drama, pero el chantaje emocional nunca asoma, ni siquiera cuando Sandra trata de convencer a sus compañeros de que la apoyen. Más allá de todo el desánimo que se respira en el aire hay cabida para cierto optimismo en las muestras de solidaridad y compañerismo y ante el convencimiento de que alcanzar la meta no es tan importante como la forma en la que recorremos el camino, siempre con la cabeza bien alta. Eso es lo que prevalece de Dos días, una noche, una fábula moral (no moralista), que podría haber sido tendenciosa, machacona y populista, pero que ha preferido ser sutil, humilde y humana, y eso, amigos, es algo muy raro de ver hoy en día.
8/10
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