Dir.: Guillaume Gallienne
Int.: Guillaume Gallienne, Françoise Fabian, Yves Jacques, André Marcon, Diane Kruger, Nanou García, Yvon Back, Pierre Derenne
¿De qué va?: El primer recuerdo que Guillaume tiene de su madre es de cuando tenía 4 o 5 años: llamaba a él y a sus dos hermanos a la mesa diciendo: “¡Niños, Guillaume, a cenar!”, y la última vez que habló con ella por teléfono, colgó diciendo “Cuídate, ni niña grande”. Entre estos dos momentos hubo un montón de malentendidos.
Reseña: A diferencia de España, el 2013 fue un año estupendo para el cine francés, con varias películas que consiguieron reconocimiento internacional y excelente números en taquilla. Sin embargo, pese a que para la gran mayoría el primer nombre que se nos venga a la mente sea el de Adèle, la Academia de Cine Francés prefirió encumbrar con 5 premios César, incluyendo el de mejor película, a otra cinta, mucho más cómica y ligera pero con un tema en común: la búsqueda de la identidad sexual.
Así, Guillaume y los chicos ¡a la mesa! parte de una obra de teatro que a su vez está basada en la vida del artífice de ambos, el cómico Guillaume Galienne, a quien de pequeño su propia familia lo trataba como a una chica y éste, en consecuencia, imitaba los gestos y la voz de su admirada madre. En las tablas, interpretaba a todos los personajes de la historia, pero en el filme tan sólo se interpreta a sí mismo, incluso en su edad adolescente, y a su madre, a la que da vida de forma hilarante pero nunca caricaturesca. La herencia teatral también se advierte a lo largo de toda la cinta, pues está narrada por el propio Galienne encima del escenario y frente a un público escondido en las sombras, como si estuviera en una de sus representaciones y todo lo que vemos sea producto de la ensoñación que nos provocan sus palabras. Su montaje recuerda a Chicago, pero si allí los personajes se trasladaban a un escenario imaginario para interpretar sus canciones, aquí ocurre justo al revés.
La película funciona muy bien como comedia gracias a la expresividad facial de Galienne, a los gags que realiza a costa de españoles, ingleses y de sus propios compatriotas y a determinadas escenas como el “masaje” a cargo de Diane Kruger que convierten al protagonista en una suerte de mezcla entre Mr. Bean y Charlot. Pero a pesar de su maquinaria humorística bien engrasada, globalmente la película no va mucho más allá de la anécdota, de una historia curiosa que merece ser compartida pero que no acaba de dejar huella. Tal es así que se podría contar su premisa y desenlace en dos líneas, porque lo que va en medio es relleno, gozoso y entretenidísimo, eso sí. Si están interesados en la película, no dejen que les chafen el giro final y disfrútenla, que se ve en un suspiro y funciona igual de bien como comedia de marcado acento francés que como carta de amor a las madres, que a pesar del dicho popular no siempre llevan la razón, aunque las seguimos queriendo igual.
6’5/10
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