¿De qué va?: Charles Tatum es un periodista sin escrúpulos que atraviesa por una mala racha a causa de su adicción al alcohol, razón por la que se ha visto obligado a trabajar en un pequeño diario de Albuquerque. Cuando un minero se queda atrapado en un túnel, Tatum ve la oportunidad de volver a triunfar en el mundo del periodismo. Entonces, se confabula con el sheriff del pueblo para convertir el caso en un espectáculo y retrasar cuando pueda el rescate.
Reputación: La novena película de la filmografía de Billy Wilder es uno de los filmes favoritos de Woody Allen y está basado en dos hechos reales, uno ocurrido en Kentucky en 1925, donde el espeleólogo W. Floyd Collins quedó atrapado en una cueva que él mismo había descubierto, y el otro sobre una niña llamada Kathy Fiscus que cayó en un pozo de San Marino, California. El set donde se rodó fue el más grande utilizado para una película que no fuera bélica hasta el momento; se emplearon más de mil extras y unos 400 vehículos, con un coste total de 1,8 millones de dólares. El rodaje se realizó en un momento dulce de la carrera de Wilder, entre los éxitos de El crepúsculo de los dioses y Traidor en el infierno, sin embargo, El gran carnaval fue un gran fracaso de taquilla, y algunas voces la tacharon de antiamericana. El director adjudicó el fracaso a que en aquella época el público todavía creía que el periodismo era una profesión honesta y a que era muy crítica con el comportamiento de la sociedad ante las tragedias. Fue nominada a un único Oscar, el de mejor historia y guión. A posteriori, su premisa se ha homenajeado (o plagiado, según como se mire) en cintas como Mad City o La chispa de la vida.
Reseña: Al igual que La jauría humana, película que comentamos hace un par de semanas, El gran carnaval puede ser incómoda de visionar porque funciona como espejo de la sociedad, tanto entonces como ahora: el periodista (Kirk Douglas, estupendamente odioso y maquiavélico) manipula la noticia a su antojo para atrapar al público como moscas que son atraídas hacia la luz, y entre todos montan un espectáculo circense en torno a un drama humano. Wilder fue un visionario y como prueba de ello tenemos, sin ir más lejos, el bochornoso programa que emite Televisión España en el que se recurre a la limosna para solucionar un problema social que es competencia del Estado. La resolución del conflicto es lo de menos, la cuestión es dar un poco de placebo a las masas para que se sientan bien consigo mismos durante un rato. Gran película de ayer y hoy que debería emitir TVE en su noche de clásicos, para redondear la paradoja.
Próximo visionado: El quimérico inquilino (1976)
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