¿De qué va?: En 1911, embajadores de toda Europa acuden a Londres para asistir a la coronación de Jorge V. Entre ellos se encuentra el regente de Carpatia, el Gran Duque Charles, y su hijo Nicholas, quien en breve se convertirá en el nuevo rey del país balcánico. Tras acudir a una representación teatral, el Gran Duque solicita la presencia en su residencia de una corista llamada Elsie Marina.
Reputación: En el verano de 1956, Marilyn Monroe visitó Inglaterra por primera vez para rodar el filme El príncipe dormido, título que finalmente se cambió por El príncipe y la corista. Supuso la primera película en la que la actriz ejercía de productora ejecutiva bajo la productora que había fundado, Marilyn Monroe Productions, consiguiendo que el autor de la obra teatral en la que se basaba, Terence Rattigan, le cediera los derechos durante una escala en el aeropuerto de Nueva York. El filme fue dirigido y co-protagonizado por sir Laurence Olivier, que ya conocía la obra de haberla interpretado junto a su esposa Vivien Leigh sobre las tablas británicas. La estrella de Hollywood consiguió crispar los nervios de su partenaire por sus continuos retrasos cuando había que rodar y por su obsesión por ser actriz del ‘método’, exigiendo que su profesora de actuación estuviera siempre presente en el set. Uno de los ayudantes de dirección, Colin Clark, escribió una autobiografía donde contó los pormenores del rodaje, pero años después publicó un segundo libro donde habló de una semana en la que intimó con la malograda actriz y que había omitido en su anterior escrito; Mi semana con Marilyn (reseña el próximo lunes) está basada en dichas memorias. A pesar de que el rodaje fue muy complicado para Monroe, la crítica alabó su trabajo y consiguió una nominación al Bafta y el premio italiano David De Donatello a la mejor actriz extranjera.
Comentario: Al igual que La reina de África, El príncipe y la corista es una de esas películas cuya ficción palidece frente a toda la historia que se vivió detrás, durante su producción. La trama en sí no da para mucho, el típico choque que se produce durante el encuentro de dos personas pertenecientes a clases muy diferentes. Una comedia muy inferior a la que haría la tentación rubia años después, Con faldas y a lo loco. A la película de sir Laurence le pesa mucho su herencia teatral, mientras que la antipatía que desprende su personaje se contrarresta con el encanto, la ingenuidad y la naturalidad de Marilyn, quien se luce mucho más que el intérprete de Shakespeare. Recomiendo hacer una sesión doble compuesta por El príncipe y la corista y Mi semana con Marilyn, en ese orden. Imaginar lo que habría estado pasando detrás de las cámaras para verlo después le añade un extra de diversión, aunque sigue siendo una realidad ficticia, cine dentro del cine.
Próximo visionado: El ángel exterminador (1962)
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