Los extraterrestres vuelven a atacar la Tierra por enésima vez… y las que quedan. En esta ocasión, un tráiler muy bien montado (la canción también ayudaba mucho) nos prometía un más que decente entretenimiento cargado de tensión, dinamismo y terror, pero por desgracia nos encontramos ante otro caso de que el tráiler es mucho mejor que la película en sí.
Antes de que los invasores del espacio comiencen a hacer estragos en nuestro planeta tenemos que pasar por la presentación de rigor de cada uno de los personajes principales de la historia, que en este caso todos forman parte de una misma unidad militar. Totalmente innecesario, y es que aparte de que sus personalidades y conflictos son simples bosquejos, cuando se ponen el casco cuesta mucho identificar quién es quién, y para qué molestarse, si la mitad no llegará ni a la mitad del metraje.
Hechos los saludos, los marcianos no tardan en sembrar el caos allá por donde pasan y la acción da comienzo, la cual no está nada mal salvo por dos importantes inconvenientes: el aspecto robotizado de los invasores no impone absolutamente nada (parecen los primos famélicos de los Transformers) y las secuencias de acción son tan similares a las de un ‘shooter’ que acaba por tener el mismo problema que se produce cuando un amigo acapara el Call of Duty: si no te dejan el mando la emoción es nula.
Pero lo peor de todo es que cada ‘fase’ viene acompañada de un interludio en el que los soldados interactúan entre ellos para ratificar lo jodidos que están y para que Aaron Eckhart de un oportuno discurso de lo valientes, fuertes, audaces, luchadores, impetuosos y buenos compañeros que son los soldados del ejército estadounidense. Al final me da la impresión de que la invasión extraterrestre es una trama secundaria y que la verdadera razón de ser de la película es demostrar la gran gama de recursos de la milicia yanqui. Ah, y que Michelle Rodriguez tenga algo contra lo que disparar, que el mono puede ser muy perjudicial para la salud.
3’5/10
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