Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.
Miguel Delibes, El camino.
Yo fumaba un cigarrillo, el primero de la mañana. Ella se había sentado junto a la ventana abierta y miraba hacia las calles. Entraba un viento fresco en el salón que movía el humo del tabaco, lo deshacía y lo volvía a juntar en un baile misterioso que se desvanecía por encima de mí, en el camino hacia las lámparas. "Qué miras", le dije yo. "No miro nada. Es sólo que voy a echar de menos la ciudad." El ruido de la tele se hizo un murmullo y miré fijamente hacia ella. El humo de mi cigarrillo salió denso y a través de él la miré, vi su pelo recortándose contra la luz gris de la mañana, Salamanca bostezando todavía como todavía lo hacía ella. Entró otra ráfaga de viento y esparció las nubes por la casa. Hizo algo más de frío y bajé la vista, di la última calada, recordé sin querer tantas cosas, el aire se convirtió en nostalgia.
Poco queda para irme y para que todos hagan lo mismo. Algunos incluso ya no están, el tiempo ha avanzado y nos encontramos ahora en los estertores, esos coletazos inevitables de todo lo que va terminando poco a poco. Quizá sería mejor que las cosas acabasen de golpe, sin dar un minuto a pensar, sin ser conscientes de que el momento está alargándose y de que el siguiente será distinto, de que el camino ya está recorrido y nunca volverá a vivirse.
Manhattan fue la primera película que vi en este cuarto. Recién llegado de Nueva York, el horario cambiado, los ojos hinchados, la mente pensando en un idioma que no era el mío y que jamás lo había sido, las calles sorprendentemente transitables al contrario que Broadway, los coches europeos, los edificios de protección oficial, las miradas clavadas en uno mismo otra vez, el ruido infernal, los gritos, la sequedad del clima, las carnicerías. Parecía mentira que me sintiera un extraño en mi propio país. La misma sensación que ahora me invade hizo que viese aquella primera noche española la cinta de la gran manzana por antonomasia. Qué quieren que les diga de ella: un espectáculo hecho imágenes. No he visto jamás retratar con tanto cariño el hogar propio, incrustarlo en la historia de tal forma que la típica frase "la ciudad interpreta su papel" se hace realidad y nada tendría sentido sin ella. Vemos a Woody Allen pasearse entre las mujeres de la misma manera que camina por la séptima, que se sienta en Brooklyn Heights bajo el puente; tanto se acuesta con una muchacha atractiva de diecisiete años como pasa sus ojos delante del Katz’s Delicatessen, o vuelve a casa maravillado por la personalidad de otra mujer a la vez que atraviesa Union Square y los árboles, y las ardillas, y el mercado lo rodean como si fuesen palabras. Aquella noche lloré recordando mi propia vida allí, quizás asustado ante un nuevo cambio y ante el nuevo mundo desconocido que me esperaba en Salamanca. Y mientras tanto Galicia, mi tierra, mi hogar, tan lejana y tan verde. Inaccesible y silenciosa, dormida junto al mar.
Pero los días fueron avanzando y mi nueva vida comenzó a brillar. La ciudad se abrió ante mí como una naranja llena de color, de algo que hasta entonces nunca había sentido tan cerca. Esta vez estudiaba lo que siempre había querido y empecé a conocer a personas con las mismas pasiones que yo, o con otras diferentes de las que aprender. Lo primero que me maravilló fue la música, vista desde un lado que nunca había conocido. Las palabras abrigadas al calor de la cerveza, un compositor excepcional que desgranaba cada letra que decía como si fuesen notas, que hablaba de melodías y de bandas sonoras. Fue quien me enseñó a valorar de verdad a músicos como Badalamenti o Morricone. Las películas que yo tanto había amado en mi vida, Una historia verdadera, Terciopelo azul, La misión, El bueno, el feo y el malo, aparecían ahora mucho más vívidas y mucho más complejas sus estructuras y sus almas. No había sido consciente de la dificultad y el valor extremo de algo que no complementa sino que rige el cine, cada imagen y cada emoción, aprendí el significado de un giro de guion acompañado de una variación en el tema que daba un nuevo sentido a todo, conocí las notas separadas y calientes que dan esa fuerza a los ojos duros de un actor inconmensurable. Y admiré profundamente a la persona que tenía enfrente y lo que era capaz de conseguir él mismo en aquel mundo.
Después vino la fotografía, ese papel de sombras y luces que nunca he dominado, y vino también la filosofía en Bergman y sus composiciones, la forma de acompañar el relato y de conseguir que cada plano sea una obra de arte. Piezas maestras como Persona, El séptimo sello, Fresas Salvajes, Fanny y Alexander, se volvieron mucho más de lo que eran para mí a raíz de la luz que me aportó un fotógrafo soñador y decidido. Simbología, religión, innovaciones decisivas al arte moderno, el poder indescriptible de lo onírico y su forma de sugerir, de hacer cine, de trufar historias fabulosas hasta convertirlas en pura expresión artística. No hubiese conocido nunca nada de eso, o al menos no de forma tan directa y de viva voz, si no se hubiesen cruzado en mi camino los whiskys solos a esas horas de antes de salir, justo cuando notas que la noche comienza pero todavía debes esperar, cargar tu tiempo de formalidades como la ducha y la cena, y la ropa y los baños llenos de vaho. Siempre recordaré aquellas tardes y esas charlas, todo lo que aprendí de un hombre que pronto se irá y que afrontará el destino que ha elegido porque es el que siempre soñó. Cargado de arte y de ganas de crecer, contagiando a otros su hambre infinita de avanzar, conversando sobre el cine de Buñuel o recomendando autores tan extravagantes como Jodorowsky. Quizá dentro de unos meses se reanuden estas tertulias, o quizá no se vuelvan a repetir jamás; sin embargo han sucedido y ahí estarán para siempre, guardadas en la terraza y repicando por los tejados todavía.
Y la escritura del cine, o el afán de plasmar en palabras todo lo que uno ve y todo lo que siente al verlo, qué voy a decirles de eso si ustedes mismos lo leen cada día en esta página maravillosa. No es fácil darse cuenta del trabajo que requiere mantener el espacio que me da la posibilidad de hablarles cada semana, del amor que se debe sentir por las películas y las ganas de transmitirlo y de ayudar a los demás. Estrenos, cortos, noticias, clásicos, series, animación, actores, directores, críticas. Todo lo que se aprende de actualidad y cine contemporáneo leyendo este espacio se multiplica por mil hablando, conviviendo, siendo amigo de su creador. Películas como Garden State o Revolutionary Road, charlas interminables sobre Woody Allen. Devoción absoluta por esto que llaman el séptimo arte, viajes constantes a la magia de las luces apagándose en Van Dyck, reflejos de tantas historias y personajes en la propia vida, método, dedicación, escritura, escritura, escritura. Tampoco es difícil darse cuenta de que todo esto no sería posible sin el imprescindible talento que requiere. Y no voy a ser yo el que les descubra ahora la calidad de las críticas, el conocimiento preciso sobre lo que se habla, la certeza de los títulos o la ironía, el humor, las comparaciones y referencias que plagan esta página. Un día, el primero que comencé a escribir aquí, dije que dentro de un tiempo iba a poder decir que de joven colaboré en este lugar. Estoy convencido de que ese momento no está lejos.
Pero no es sólo esto, ni sólo estas personas. Es también el rock and roll como forma de vida, Burning o Los Ramones o tantos otros grupos que no conozco y de los que oigo hablar cada día, haciéndome ver a mí mismo la inmensidad de un mundo del que sólo atisbo la superficie. Es alegría y son bailes por el pasillo, y risas descontroladas y gusto por lo bizarro, por el detalle del cine de Kurosawa o el humor absurdo, pasión por Fullmetal Alchemist o por las historias enrevesadas y fantásticas de Juego de Tronos. Es la fascinación por el cine negro de verdad, Jungla de asfalto o Scarface (la antigua), o Los Soprano o The Wire, es la forma de escribir un corto a los hermanos Coen y hacerlo con gusto y buen pulso, con humildad. Son las ganas de aprender y de vivir, y de hacerlo, al menos ahora, todos juntos.
Y no puedo acabar sin escuchar la risa iluminando mi casa, sin maravillarme otra vez ante esa facilidad pasmosa de hacer felices a los demás. No pasaré de largo el ojo innato para delimitar el encuadre, las ideas originalísimas, las lecturas abundantes, elementales, de las que conversamos tantas veces, el ritmo de un guion lleno de colorido y plasticidad, la precisión y sensibilidad de poesías magníficas, el poder y el talento de alcanzar lo que se quiera si se trabaja en esa dirección. Los ojos almendrados, la piel, los rizos del pelo recortándose contra Salamanca, la mirada perdida en las calles, esa forma de decir "voy a echar de menos la ciudad", ese caminar hacia mí a través del humo, esa ventana del salón dejando entrar la luz sobre ella, estos recuerdos, este año, este camino que avanza tan deprisa, esta nostalgia que ya empiezo a sentir.
5 comentarios:
La vida tiene estas cosas maravillosas, y siempre nos damos cuenta cuando acaban :-)
Pero.....empiezan otras.
Cicerón dijo, en relación a la amistad, lo extraordinario que es tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo. Creo que ambos buscamos un fin común, ya sea construyendo emociones con letras o con colores, con patrias o sin fronteras. Por eso nos debemos aún muchas de esas horas antes del anochecer, que se quedarían vacías sin la compañía de alguien al que respeto profundamente. Gracias por todo Chechinho.
Haces que hasta yo, tu hermano, ame la ciudad donde vives y los amigos que nunca dejarás atrás. Únicamente por que son capaces de hacerte sentir y escribir cosas así, porque dan rienda suelta a tu creatividad y a todo tu talento, que sale a chorros cada vez que abres la boca o escribes una, dos, o tres palabras. (suficientes para conmover al corazón mas duro).
Nos vemos pronto.
Tu rincón sí que es maravilloso Chechu! Gracias a ti por haber querido formar parte de este proyecto personal e insuflarlo cada semana de tu peculiar espíritu. Ahora el blog es mejor de lo que jamás hubiera imaginado.
Un abrazote!!
Y las que nos quedan. En Salamanca, Praga, Coruña, Tenerife... ¡Hasta Valladolid!
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