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Todos tenemos en nuestra cabeza una lista más o menos grande, más o menos secreta, de películas que por lo general a todo el mundo gustan y a nosotros, por cierta razón, no terminan de convencernos. No es muy común hablar de ello, ya saben, qué podrán pensar los demás si nos metemos en ese fangoso terreno que es la contracorriente, o si desvelamos ante personas más inteligentes y con más experiencia que cierta cinta o cierto libro nos parecen literalmente una mierda; tenemos el innato temor a ser rechazados y criticados, a ser considerados imbéciles por gente con más autoridad y más poso. Ante la duda, calla, y no abrir la boca puede a veces salvarnos de la más ridícula idiotez. Sin embargo, más allá de teorías y de reglas, de normas y de clasicismos, se hallan nuestros gustos que para bien o para mal nos condicionan y delimitan lo que somos. Así que hoy voy a saltarme todo lo que pueda la vergüenza de ser considerado por ustedes un ignorante atrevido y voy a escribir, de todo corazón, una parte de mi gran lista de cine sobrevalorado en los últimos tiempos. Espero no causarles demasiado estupor, y que sean amables y comprensivos conmigo.
La primera película que me viene a la mente es El efecto mariposa, esa distorsión tramposa del tiempo y de las emociones que vi hace años y que me dejó un regusto amargo, incómodo, resultado de la telaraña viscosa que pretendía ser el guion y del dramatismo bajuno con el que intentaba hacernos llorar. Camuflada en lo atractivo de los saltos temporales y lo que podría haber sido y no fue, en el peso definitivo que cualquier pequeña acción tiene en nuestras vidas y las de los que nos rodean, el argumento se mete desde el principio en el territorio del amor imposible y de las desgracias humanas. Y es ahí precisamente donde el tratamiento, el tono -eso que sólo unos pocos logran- se descubre frívolo y engañoso, apoyado en los efectos y en lo visual, en la punzada traicionera al espectador valiéndose de temas tan serios como la muerte o la invalidez. Eso sí, envuelto todo en un brillante papel de regalo para que nos lo comamos con gusto, con amor, y no nos demos cuenta de la trivialidad de la obra y sus altas pretensiones. A mí, personalmente, se me atragantó.
Pero hablando de frivolidades no puedo continuar sin el amado y últimamente encumbrado señor Boyle, ese director que asombró al mundo con películas certeras y vistosas como Trainspotting o 28 días después, en las que cogía un pedazo de ser humano y lo desgajaba por completo ante los ojos de un espectador que, por una parte, se maravillaba ante la potencia visual de los relatos, y por otra se acojonaba al contemplarse a sí mismo en las historias desenfadadas y rítmicas que veía. Durante un tiempo continuó por ese camino, y he de decir que su obra Sunshine me parece absolutamente fascinante, si bien comenzaban a notarse en ella las costuras de lo que contaba y los defectos que después irían haciéndose cada vez más grandes y pesados, más farragosos, y que acabarían convirtiendo su cine en un canto a la modernidad más hueca y a los clichés, a la frivolidad y a la tecnología, al más puro engaño y desconsideración hacia el espectador inteligente; en fin, a la real y auténtica nada.
Porque con Slumdog Millionaire, esa cinta elevada a los altares con ocho estatuillas -¡ocho, por dios!- recopila todas las tretas y efectismos que antes usaba de manera elegante y justificada y los convierte en la razón de ser de la historia. Falta profundamente al respeto a la más desoladora y cruel de las pobrezas y las miserias, al corazón mismo del hombre, para intentar sacar unas lagrimitas al público gordo y bien cebado de occidente. ¿Cine social? ¿El séptimo arte como arma de denuncia? Por favor. Te doy mis ojos, Las uvas de la ira, Dulces dieciséis. Eso es cine social. Lo que hizo Danny Boyle con Slumdog Millionaire es una auténtica bajeza. Porque en la India los niños pobres no bailan ni van a concursos, y menos si los dejan ciegos. Por otra parte, de la actual 127 Horas poco que decir: sigue profundizando en sus colores saturados, en sus angulaciones forzadas, en sus efectismos huecos y sus estupideces. El rey inglés del hastío visual debería fijarse un poco en el que para mí es el mayor maestro del montaje hoy día: Guy Ritchie. Aprender qué funciona estéticamente, cuándo una película lo pide, cómo usar la tecnología y, de paso, un poquito de buen gusto.
Tampoco puedo pasar sin meterme -y esto sé que traerá controversia- en los últimos tiempos de Christopher Nolan. Recuerdo con nostalgia esa ópera prima fantástica que fue Following, la historia de un escritor sin ideas que comienza a seguir a los desconocidos para tener algo que contar. Rodada los fines de semana y con actores amateurs, en un elegante y a la vez realista blanco y negro, Nolan logró lo que casi nadie logra: el tono, el estilo, esa huella personal inconfundible. La originalidad de un guion brillante y el talento para llevarlo a buen puerto sin apenas medios. Luego, con Memento, siguió por la misma senda y amplió sus horizontes gracias al infinito poder del dinero: argumento vertiginoso y rompedor, ritmo endiablado y un dominio asombroso de la técnica narrativa, lo que unido a la fabulosa interpretación de Guy Pearce hicieron de la película una pequeña gran muestra de cómo conjuntar thriller y arte. Luego siguió con el remake Insomnio, en la misma línea pero moviéndose ya en directrices más clásicas, y consiguió de nuevo filmar una película notable, si bien no con la misma frescura de las anteriores. De las dos cintas de Batman no hablaré demasiado porque no soy y nunca fui un simpatizante del superhéroe oscuro; simplemente decir que me parecieron correctas, aunque nunca lograré entender ese ocho altísimo que consiguió The Dark Knight en FilmAffinity. El truco final, entre ambas, si bien está resuelta con mucha precisión y los efectos siempre se ponen al servicio de la historia, dejaba entrever ya una inclinación sospechosa a la trampa visual.
Y es ya con Inception, su última obra, donde ha revelado lo que desde hacía un tiempo yo venía temiendo: su talento tenía un precio y ha sido vendido. No sé muy bien a qué o a quién, ya que es guionista y director, es decir, la obra puede considerarse como un producto personal en gran medida; pero algo huele. Cogiendo prestados los personajes oscuros que tanto explota últimamente Scorsese, incluso contratando al mismo actor que corre peligro de encasillarse ya en ellos -DiCaprio-, Nolan muestra en Origen una tendencia a lo visual, a la espectacularidad, descuidando para mí las emociones y el centro y esencia de todo buen cine: la historia. Enrevesada y aparentemente complicada, son tales los efectos y el poder del mundo que describe que uno se olvida de sentir cualquier atisbo de implicación. De todas formas creo que es una buena película en lo que a sus objetivos se refiere: entretener a toda hostia y hacerlo sin desentonar. Pero es precisamente ese objetivo lo que me da tristeza. Yo confiaba en otro Nolan, en el que era cuando empezó, el que se dejó, sin darse cuenta o a propósito, el talento en sus "orígenes".
Exactamente el caso contrario es Aronofsky, director excesivo desde siempre que ha sabido evolucionar y madurar. Desde Pi, saturadísima paranoia en blanco y negro que me causó increíbles dolores de cabeza y a la cual no vi el atractivo en ninguna parte, hasta Réquiem por un sueño, la más sobrevalorada de sus obras, el bueno de Darren estaba en mi lista de modernos malditos a los que apenas soporto un fotograma. En esta última, si bien se salva por la brutal banda sonora, se permite una libertad creativa máxima en cuanto a estética y montaje, y para mí, como otros directores que he mencionado, destroza una historia con mucho potencial para ponerla al servicio de la impresión fácil y el desenfreno videoclipero propio de la MTV. Esos delirios de la abuela, chirriantes y absurdos, esa confusión que reina en toda la cinta. Habrá gente que disfrute con ello, pero yo, personalmente, protesto.
Sin embargo, me sorprendió gratamente con El luchador, apostando por un Mickey Rourke destrozado y paupérrimo que interpreta el mejor papel de su carrera. Dejó a un lado todo lo superfluo, lo prescindible, y se centró en el alma atormentada de un hombre maltratado por la vida y sus circunstancias. Así que cuando acabé de verla me disculpé con él, di un voto de confianza a su cine, y hace un mes me maravilló con la que para mí es la mayor obra maestra de los últimos tiempos: Cisne negro.
Hay también muchas otras películas que nunca han conseguido arrancarme una ovación. Es el caso de ¡Olvídate de mí!, por ejemplo. Si bien es cierto que como cinta más bien ligera que engancha y tiene sus momentos funciona bien, no comprendo ni comprenderé ese culto pasional de tanta gente, sobre todo de los jóvenes, hacia ella. Hay muchas otras obras peor consideradas que le dan mil vueltas; aunque quizás deba reconocer humildemente que la presencia de Kate Winslet, esa resfriada actriz a la que no soporto ni en pintura, pueda influir en mi valoración. Por otra parte, mi admirado Von Trier, creador de impresionantes obras maestras como Dogville, Bailar en la oscuridad o Anticristo, también tiene sus lunares gordos. Es el caso de Rompiendo las olas, película con un argumento de lo más absurdo, interpretada de forma plana e inexpresiva y resuelta de la manera más estúpida que un servidor ha tenido la oportunidad de ver jamás. También Isabel Coixet entra en la lista con su infumable La vida secreta de las palabras, a la que llegué con grandes expectativas después de Mi vida sin mí y Cosas que nunca te dije.
Pero bueno. Creo que ya está bien por hoy. Sean capaces de entenderme y de no enfadarse. Para gustos colores, yo tengo los míos y ustedes tendrán los suyos. Pero la riqueza, el aprendizaje y en fin, la vida, está en la discusión. Qué sería de nosotros si todos pensásemos igual y todos estuviésemos de acuerdo. Monotonía, aburrimiento, mediocridad, nada.
7 comentarios:
Con Slumdog Millionaire me ha pasado como con Titanic: fui de las que hizo filas inmensas para verla, lloré como bebé en la sala, pero no la he vuelto a ver... no se me antoja...
No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo...
;)
Lo que sí te puedo afirmar es que a Isabel Coixet se le sobrevaloró, que su mejor película fue "Mi vida sin mi" y que tampoco merece mi apoyo "la vida secreta de las palabras"...
Otras no las he visto, en Inception ciertamente llevas razón, Requiem merece respeto solo por su espectacular banda sonora...
Después solo puedo decir que "Olvídate de mí" no es "El diario de Noa"... jajaja
;)
pd: soy fan del aviso de Blanch!
Iba a comentar que después de leer tu disgusto hacia películas que para mi han sido bastante importantes (quizás por lo que me han hecho sentir, quizás por el momento que vivía cuando las he visto) y que han marcado un antes y un después en mi humilde acercamiento hacia este mundo tan maravilloso que es el cine, ya no te idolatraba como desde hace un tiempito. Pero es imposible, aunque no me guste lo que leo, sigo irremediablemente enamorada de tu escritura Chechu! Tienes un don, una forma mágica de escribir, si me lo permites, te felicito. Lo mejor que ha podido hacer mi churro de pescado mal-oliente ha sido ficharte como colaborador!
Pd: mi churro, espero que no te me pongas celoso,(jijiji) que sabes que adoro como escribes y que admiro la capacidad que tienes de plasmar con las palabras exactas todo lo que muchos pensamos y no somos capaces de exteriorizar.
un cariñoso saludo desde Tfe!! :)
De acuerdo contigo en varias, ya lo sabes. Sobre todo con "Inception", qué deception!
Luego "Slumdog millionaire" también me decepcionó...y hay otra que tú no mencionas y que todo el mundo dice que es una joya del cine. La verdad es que a mí me durmió en el cine!! Y la he vuelto a ver en casa y me ha vuelto a cansar..¿me atreveré a decir su nombre? Pues ahí va, seré valiente como Chechu:
"Amelie" :-)
Coincido con C.R. en lo de "Amelie". Lo intenté hasta en dos ocasiones y no fui capaz ni de acabarla; debe ser porque soy ya mayor y no recibí la formación necesaria. Para mí, como para el valiente que se atreve a decir lo que nadie es capaz de reconocer, lo que cuenta siempre, no sólo en el cine, es la HISTORIA. Yo también me confesaré, la última película que vi de Clint Eastwood, "Más allá de la vida" me pareció muy floja.
Le doy la razón a Xoán, y voy más allá, La última película de Eastwood es uno de los grandes bodrios de los últimos 5 años, ¡una mancha en su carrera!
Chechu con "¡Olvidate de mí!" y con "Slumdog Millionaire" te doy totalmente la razón. Nunca entenderé porqué tanta gente considera a la primera como un peliculón y cómo la segunda pudo obtener estatuillas. Pero difiero en todo lo que opinas sobre "Réquiem por un sueño", una obra maestra; y también con C.R. en lo de "Amelie", es una historia tan bonita...
¡¡Qué listo el pequeño Blanch desmarcándose de tu entrada!! jajaja
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