Un cruce en el destino (Reservation Road) tenía todas las papeletas para convertirse en una de las películas del año, de esas que arrasan en todas las entregas de premios. Contaba con un reputado director extranjero, Terry George (Hotel Rwanda), desembarcando en el cine norteamericano, un reparto de infarto con actores que siempre están a las altura de las circunstancias y una historia adaptada de una novela que tenía pinta de ser un drama de los que cortan la respiración. Con todos estos elementos parecía difícil que el resultado fuera decepcionante, pero por desgracia ese es el adjetivo que mejor define a la película: decepcionante.
Las películas que tratan sobre la pérdida de un ser querido corren el peligro de caer en la exageración melodramática y en lo obvio: el sentimiento de culpabilidad, soledad, tristeza, furia, la aparente normalidad... Todo eso lo conocemos de sobra pero si al menos nos lo cuentan de forma diferente, con intensidad, sentimos el dolor de forma cercana, entonces es cuando la película cumple su cometido. En resumidas cuentas, contar una buena historia y sentirnos partícipes de ella.
El problema de Un cruce en el destino es que en ella no pasa nada que no hayamos visto en un telefilm de sobremesa. Nos da pena ver el dolor de unos padres que han perdido a su hijo pero nunca nos deja sobrecogidos. Todo es típico, anodino... le falta sustancia.
El único aliciente que la diferencia de los productos que emiten los canales de televisión privados los fines de semana es un reparto de actores de primera. Joaquin Phoenix, Mark Ruffalo y Jennifer Connelly realizan muy buenas interpretaciones, pero nos quedamos con la sensación de que los hemos visto mejor en otras películas en las que el conjunto sí que les acompañaba.
Si quieren ver una buena "película de luto" vean Cosas que perdimos en el fuego, la cual sabe subsanar casi todos los errores en los que ha caído Un cruce en el destino.
**1/2
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