Dir.: George C. Wolfe
Int.: Viola Davis, Chadwick Boseman, Colman Domingo, Glynn Turman, Michael Potts, Jeremy Shamos
¿De qué va?: En 1927, se desatan las tensiones entre Ma Rainey, considerada la Reina del Blues, su agente y su productor, que quieren tener el control de su música. Durante este conflicto también se enfrenta a los miembros de la banda, sobre todo con su trompetista, Levee, un hombre ambicioso que quiere conseguir su propio nombre en la industria musical.
Reseña: Ma Rainey fue una de las primeras cantantes de blues que actuaron acompañadas de una orquesta de jazz. Sus éxitos la llevaron a ser conocida por el sobrenombre de “la madre del blues”, aunque sea una figura menos popular que algunas de sus sucesoras, como Billie Holliday. Ma Rainey’s Black Bottom es una pieza teatral de August Wilson que se ha reconvertido en película para Netflix y que se centra tanto en Ma Rainey como en Levee, un trompetista de su banda que no está basado en nadie real, a lo largo de una jornada de grabación en la que salen a relucir las secuelas que ha dejado la discriminación racial, de clase y de género en aquellos que la han sufrido de lleno. Un aparato discriminatorio contextualizado en los Estados Unidos de los años 20 y que, oh sorpresa, sigue siendo reconocible en la sociedad contemporánea; véase el la disputa legal que ha mantenido Taylor Swift por los derechos de sus canciones o la violencia policial hacia la comunidad afroamericana.
De August Wilson también era el texto original de Fences (2016), pero Viola Davis no es lo único que tienen estas dos películas en común: tanto una como la otra arrastran una puesta en escena perezosa, con nula imaginación y muy deudora de sus orígenes teatrales. La labor como director de Goerge C. Wolf se limita a plantar la cámara delante de sus actores y confiar en que ellos hagan la magia, y lo hacen, por lo que consigue salvar los muebles. Es cierto que Chadwick Boseman realiza aquí la mejor interpretación de su tristemente interrumpida carrera, lo cual parece que le llevará a ganar un Oscar póstumo, ahora bien: la abundancia de monólogos exaltados del guion hacen que su interpretación sea mucho más teatral que cinematográfica. Solo alguna secuencia con un montaje con algo de ritmo hacen que se nos pase la sensación de que estamos asistiendo a teatro filmado.
Curiosamente, Boseman está más en “modo Viola Davis” que la propia Viola. Es decir, mientras que él realiza una interpretación más gritona y excesiva, Davis está más contenida de lo que su fuerte caracterización nos puede hacer creer y de lo que nos tiene acostumbrados. La oscarizada actriz está estupenda aunque queda relegada a un segundo plano en una película que, paradójicamente, se titula a propósito de su personaje. Otra de las rarezas de La madre del blues es que mantiene a sus dos protagonistas separados la mayor parte del tiempo, desaprovechando la oportunidad de generar un duelo actoral cara a cara entre ambos. Afortunadamente, La reina del blues no dura más de 90 minutos, lo cual evita que se convierta en un visionado pesado, pero más allá del lucimiento actoral de su pareja protagonista, no tiene mucho más, ni siquiera blues.
5/10
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