Más vale sola que mal promocionada

¡Cuánto daño puede hacer una mala campaña de marketing! Tengo la impresión de que cuando una distribuidora no tiene una idea clara sobre cómo vender una película optan por la vía más facilona, provocando en la mayoría de ocasiones una imagen errónea del filme que están intentando vender.

Porque si se da el caso de que vas al videoclub y te encuentras con una película titulada Más vale sola que mal acompañada que tiene de carátula eso que ven a su derecha (el poster original tampoco ayuda) y que la protagoniza Renée Zellweger, de la que todos sabemos que su carrera está pasando por un bache importante, rápidamente dirigimos nuestra mirada al siguiente dvd de la estantería. Pero en realidad, si se le da una oportunidad descubriremos que se trata de una propuesta más sugestiva de lo que podría parecer.

 
My One and Only, dirigida por Richard Loncraine (Firewall) y presentada en la Berlinale del año pasado, está basada en las memorias del actor George Hamilton, que en los años 50 viajó junto a su madre y su hermano por Norteamérica para encontrar a un hombre que se hiciera cargo de ellos, huyendo de un padre ausente y  marido infiel. Se trata de una road-movie tragicómica que nos da un buen retrato de aquella época, en la que el objetivo de toda buena mujer era encontrar al esposo perfecto, formar una familia ideal y mantener el hogar impecable, con más agravantes en el caso de las mujeres maduras sin recursos.

El trabajo de ambientación tanto en decorados como en vestuario es notable. Hasta la demostrada desenvoltura de Zellweger en este tipo de filmes es un aliciente, y se agradece que su personaje no sea tan caricaturesco como podría haber sido. Además tiene un buen plantel de actores arropándola: Kevin Bacon, Chris Noth, Nick Stahl, Eric McCormack… El problema es que ninguno va más allá de representar el prototipo de hombre que le han adjudicado (el adultero, el egoísta, el baboso, el jovencito ardiente…). Logan Lerman es el que se lleva el mejor trozo del pastel encarnando al hijo que se siente arrastrado por los impulsos de su desastrosa madre.

 
La película tampoco es tan romántica y ñoña como da a entender su cartel promocional; la búsqueda de un nuevo padre para los hijos de la protagonista es más bien amarga y esconde una lección sobre la emancipación de la mujer que pese a estar demasiado vista no está de más recordar. My One and Only se deja ver, es agradable, entretenida y aunque no vaya a permanecer en un rincón destacado de la memoria cinéfila del espectador merecía mejor suerte en su carrera comercial: sin duda es de lo más potable que ha hecho la Zellweger desde que su carrera comenzó a declinar con la secuela de El diario de Bridget Jones.

6’5/10