Si hay un género que está inundado por remakes sin duda es el de terror. Las cabezas pensantes de Hollywood han encontrado un nuevo filón, que en teoría contrarresta los efectos de la escasez de ideas, rehaciendo películas extranjeras y filmes muy antiguos para que el público joven, el que más consume este tipo de productos, no tenga que molestarse en leer subtítulos ni deba sonrojarse ante una calidad de imagen y unos efectos especiales inferiores a los que están acostumbrados a ver.
Dentro de esta ola de “renacimientos” podemos encontrar de todo: cintas regulares, otras que son una completa basura y algunas que no están nada mal, como es el caso de La última casa a la izquierda, remake de la película con la que debutó Wes Craven, autor de Las colinas tienen ojos y Pesadilla en Elm Street, filmes que también han sido carne de remake, el segundo aún pendiente de estreno.
La última casa a la izquierda tiene más de suspense que de terror, pocos golpes de efecto pero muchas escenas turbadoras de tensión sostenida. La paradoja de que un matrimonio se vengue en su propia casa de los psicópatas que violaron y torturaron a su hija un par de horas antes tiene su aquel, y más aún cuando el director de origen griego Dennis Iliadis añade algunos detalles interesantes que creo que no estaban en el original (rectificadme si me equivoco), como manchar de sangre las manos de una familia de alta alcurnia que había perdido recientemente a su otro vástago.
La película tiene mensaje, la violencia sólo genera violencia, eso ya lo sabíamos, pero lo que realmente impera durante el metraje son los momentos en los que la tensión podría cortarse con uno de los cuchillos que empuñan los personajes de la cinta, y algún que otro momento de gore aditivo que no se excede demasiado, salvo el que viene de regalito en el último plano. Ahí se pasaron tres pueblos.
6/10
Exorcismo en Connecticut no es un remake, pero proviene de una larga estirpe de películas que se venden con un cartelito que indica que están basadas en sucesos reales, aunque luego descubres que la historia real dista mucho de la ficción, o incluso que tales hechos verídicos nunca llegaron a ocurrir. Pero como lo que ahora se vende es la telerealidad, las pelis de casas encantadas habitadas por fantasmas cabreados siguen funcionando la mar de bien.
Exorcismo en Connecticut tiene a su favor una factura muy decente, a la siempre eficaz Virginia Madsen y a Kyle Gallner realizando una inquietante interpretación de un joven convaleciente de cáncer. Las primeras y fugaces apariciones fantasmales llegan a ser escalofriantes, pero a medida que va avanzando la trama los golpes de efecto se van incrementando y en vez de que la tensión aumente hasta un terrorífico clímax (algo que sí pasó en la ejemplar Darkness) ocurre justo lo contrario, los fantasmas pasan a ser más cansinos que un borracho pelmazo, y todo por sobreexplotar el recurso de las visiones espectrales.
Si a eso le añadimos que el moderado interés que despierta la trama se pierde ante un giro de guión mal explicado nos queda un ‘pluf’ como tantos otros, aunque en esta ocasión es más triste porque había material para realizar algo decente. Sólo de pensar en su anunciada secuela, The Haunting in Georgia, me pongo a temblar, y no en el “buen” sentido de la palabra.
3’5/10
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